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Aang

Cinco días pasaron y aún no me perdona la bofetada. Luego de habernos acostado me había echado de la habitación y me dijo que debo ser muy idiota por pensar que con buen sexo lograría arreglar las cosas. Y más tarde la había encontrado en mi oficina y por poco se mata, menudo susto me llevé.

Me irrita demasiado que no salga de su habitación, pero tengo la certeza de que tarde o temprano terminará siendo ella quien me busque, pero no lo ha hecho y hasta el día de hoy parece no tener intención de hacerlo.

Huye de mi como peste, come en la habitación solamente para no verme. La tensión parece aumentar cada día que pasa, más que aplacarse. La situación está empeorando.

Yo estoy cansado de que me ignore, está claro el abismo que hay entre nosotros. Thais está distante, hay un muro de hielo entre ambos, una línea invisible que ninguno de los dos cruza.

Elliot me lleva de vuelta a casa después del trabajo. Estoy sentado en el asiento trasero mientras permanecemos atascados en el tráfico de hora punta. Todo el mundo se dirige a sus casas o al gimnasio después de una larga jornada en la oficina. Aprovecho el momento para avanzar en el trabajo.

En el instante en que atravieso la puerta, la veo intentar subir corriendo las escaleras. Dejo el maletín en la mesa y la alcanzo evitando su huida, sus ojos se oscurecen visiblemente irritados.

Me arremango la camisa hasta los codos, subo un escalón más que ella, es pequeña y mi tamaño siempre la supera, pero ella no se deja intimidar.

─Di lo que vas a decir.

─Deja ya de portarte como una jodida niña.

─Dudo mucho que hayas pensado en lo niña que parezco cuando me tenías aprisionada contra la puerta hace cinco días ─cruza los brazos delante del pecho, negándose a permitir que la intimide.

—Parecías una cuando tomaste esa pistola.

—¿Y de quién es la culpa?

Ella me va a sacar canas verdes. ─¿Qué diablos quieres para que dejes de ser tan infantil?

─Una disculpa ─sus ojos se estrechan hasta emitir la mirada más agresiva que he visto. ─Me debes una disculpa.

Levanto una ceja.

─¿Qué te debo a ti una disculpa? ─inclino ligeramente la cabeza. ─¿Te has vuelto loca?

─Me abofeteaste.

Arqueo una ceja. ─¿Y?

─¿Y? ¿Cómo que y? ─Thais me mira como si estuviera a punto de sacarme los ojos con una cuchara. ─No debiste de haberme pegado, Aang.

─Thais eres peor que una niña, en mi opinión debí de darte otra porque no escuchas y casi te matas. Te hubiera dado unos buenos azotes para que aprendieras la lección, pero dado que a ti te gustan, no tuve otra alternativa.

Me mira fijamente con los ojos en llamas, agresivos, afilados como puñales, como si en cualquier momento me saltará al cuello. ─Déjame pasar, Aang. Ya no quiero hablar contigo.

─Los dos cenaremos en el comedor ─le dedico una mirada cargada de intención, como si la desafiara a contradecirme.

─Yo no he dicho que vaya a bajar.

Thais [Libro #1]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora