-¿Nakamura Suzuki?-pregunto el entrevistador mirando sus papeles.
-Sí, señor.
-¿Por qué quiere el empleo?
-Porque me despidieron señor, y no puedo vivir sola tan solo subiendo fotos a Instagram o de Tik Toks, ojalá, pero no señor, soy muy aburrida para eso.
El entrevistador alzó ambas cejas y Suzuki sonrió, después de tantas entrevistas estaba cansada de fingir interés en empleos que ni recordaba haberse postulado.
-¿Qué sabes de vóley?
-Absolutamente nada señor.
-¿Al menos lo jugaste en la escuela o...?
-Señor, vengo de una pequeña escuela de provincia, o jugaba fútbol como una suicida, o jugaba a los quemados como una masoquista, no existía eso.
-¿Eres japonesa?
-No señor, mis padres son otakus y se aprovecharon del apellido de mi madre para ponerme ese nombre y que la gente crea que somos japoneses, así aparentamos ser más interesantes.
-Claro-dijo dudoso-, no entiendo porque debo contratarse.
-Sé preparar café, no tengo ni idea de quién es el chico al que le tengo que traducir por lo que no me interesaría vender su información, y sé japonés gracias a mi parte otaku y se español tan bien como lo puede saber cualquier argentino, ¿no es eso suficiente?
-No, pero eras la última postulante y no recuerdo a las anteriores y sus discursos, y hoy es mi aniversario de casado y debo llegar temprano, contratada.
Suzuki sonrió tras la afirmativa y se marchó.
Cuando decidió estudiar idiomas creyendo que eso le daría la oportunidad de viajar, no creyó que quedaría estancada aun en su ciudad natal y así seguiría de no conseguir empleo. No entendió porque no conseguía empleo, hasta que recordó que estaba en Argentina, donde empresas internacionales estaban huyendo y ponían requisitos imposibles de cumplir para no contratar a nadie. Cuando estaba a punto de abandonar sus sueños e irse a ahogar con un vaso de leche y unas criollitas, su antigua compañera de universidad le recomendó presentarse a ese empleo, uno que ella deseaba, pero no podía a causa de su actual empleo, por lo que Suzuki acepto las intenciones de su compañera, aunque si no hubiera sido por su llamado en la mañana lo habría olvidado.
¿Qué tan difícil podía ser traducirle unas cuantas frases a un japonés?
Luego de medio año cuidando de Oikawa Tōru, podía asegurar que era muy difícil.
Si bien su personalidad era encantadora, para Suzuki el chico debía de tener un botón de pausa, quería decir tantas cosas y debido a la frustración que le causaba el idioma se aceleraba, por lo que Suzuki acaba haciendo conjuros todas las noches deseando que esa mala costumbre desapareciera junto con sus dolores de cabeza.
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One shots │ Haikyuu
FanfictionNunca es mal momento para querer ser parte de un anime.