Capítulo 34

1K 137 224
                                    

Anteriormente.

Kyle se ha sumergido en un profundo sueño del que no parece despertar, y el hecho de que nadie le recuerde hace que Elizabeth comience a pensar en lo peor.

Tras intentar buscar algo de ayuda acaba encontrándose con el misterioso búho blanco, para luego ser "enviada" ante una misteriosa voz que solo hace plantearle más dudas. Sin embargo, parece haber obtenido una posibilidad de poder ayudar a Kyle, su pulsera, aunque algo parece haber sucedido.

Tal vez sea eso que la voz no pudo terminar de advertirle.

Mis párpados se mantienen sellados, como si tuvieran algún super pegamento

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mis párpados se mantienen sellados, como si tuvieran algún super pegamento. El resto de mi cuerpo permanece inerte sin posibilidad de mover ninguno de mis dedos.

Estoy paralizada.

Soy consciente de los sonidos de mi alrededor, el ruido de los coches al pasar y el eco de una respiración nerviosa a uno de mis costados.

Cálido.

El tacto de algo se siente cálido sobre mi mano.

«Maldita sea, muévete»

Mis dedos consigo moverlos con mucha dificultad; el agradable tacto se esfuma de mi mano.

―¿Eliza, me escuchas?

«Claro que puedo»

Estrujo cada nervio de mi cuerpo, en busca del mínimo movimiento. Saboreo el éxito cuando la claridad de la habitación se deja entrever a través de mis ojos.

Solo un poco más.

Poco a poco comienzo a distinguir las siluetas, hasta que mi visión se vuelve nítida del todo.

―Estás... bien...

Las facciones del rostro de Kyle se suavizan al escuchar mi voz.

―¿Qué te ha pasado? Llevo un rato intentando despertarte. Empezaba a asustarme.

Con dificultad, consigo incorporarme ayudándome del cabecero. Me duelen todas las extremidades del cuerpo, como si me hubiesen dado una paliza.

―Esa es mi línea. Por un momento llegué a creer que no volverías a despertar.

Agacha la mirada, sus manos se mueven nerviosas entrelazando los dedos.

―Lo siento, supongo que debí advertirte de lo que me podía sucederme si hablaba demasiado.

Puede que en otra ocasión le hubiese recriminado el no decirme a lo que se exponía por contarme la verdad, pero ahora mismo, lo único que puedo pensar es que todo ha salido bien. Dejo caer mi cuerpo y rodeo su cintura con mis brazos, apoyando mi cabeza sobre su hombro. Sus dedos se enlazan con los míos, y mi corazón no tarda en sufrir las consecuencias de ese acto.

¿Qué le ha pasado a mi gato?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora