Capítulo 30

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Me bajo de la guagua a toda velocidad y corro hasta llegar a la puerta de casa

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Me bajo de la guagua a toda velocidad y corro hasta llegar a la puerta de casa. Dejo que uno de los tirantes de mi mochila se deslice por mi brazo para poder sacar las llaves con mayor facilidad. Había querido intentar llamar al abuelo de nuevo, pero me dejé el móvil en el instituto; espero que Kyle se de cuenta y lo haya recogido.

Entro y cierro la puerta. Desesperada busco a mamá por la planta hasta encontrarla en la cocina en proceso de preparar el almuerzo.

—Mamá. —Mi voz suena exhausta—. ¿Te han llamado de la residencia del abuelo?

Golpea el caldero con la cuchara de palo, la deja sobre la encimera antes de voltearse y observarme fijamente.

—No, ¿es que ha pasado algo? —inquiere con preocupación.

Tomo un par de bocanadas de aire y cuando mi respiración me lo permite le respondo:

—Me llamó y su voz se escuchaba entrecortada. No pude terminar de hablar con él porque la llamada se cortó y tampoco responde cuando le vuelvo a marcar.

—Seguro que no es nada. —Se gira y baja el fuego de la cocinilla—. De todos modos, llamaré por si acaso.

Abandona la habitación y yo la sigo con la esperanza de que sus palabras sean ciertas. Se acerca al teléfono fijo del salón, marca el número de la residencia; al cabo de unos minutos responden y mis pulsaciones se disparan.

—Perdone, soy Yanet la hija de Frank. Mi hija estuvo hablando con él y me dijo que la llamada se cortó y que cuando lo volvía a llamar no le contestaba.

»Ajá... ya... pues, gracias. Lamento la molestia, que pase buena tarde.

Cuelga el teléfono y noto cierta irritación en su rostro.

—No le ha pasado nada, solo tengo que comprarle otro móvil. Por lo visto se le cayó por la ventana. —Da un sonoro suspiro—. Teniendo en cuenta que el móvil anterior, acabó dentro de una tostadora, no me sorprende.

No puedo evitar contener una pequeña risita. La verdad es que aún no podíamos entender cómo el abuelo conseguía romper todos los móviles que usaba, y sin duda el de la tostadora se había llevado la palma.

—Tu abuelo acabará con mi sueldo —masculla—. ¿Y cómo es que has llegado tan temprano hoy? —cuestiona escaneándome con detalle.

Si no explico con rapidez empezará a creer que me he escapado de clase.

—Una compañera activó la alarma de incendios, liándose una buena en todo el instituto. Y como perdimos mucho tiempo por eso, la profesora de literatura nos dejó irnos más temprano.

La expresión de incredulidad que refleja su rostro me da a entender que no confía mucho en la explicación que le acabo de dar.

—Si no me crees puedes llamar al instituto.

¿Qué le ha pasado a mi gato?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora