Capítulo 22

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Cojo la caja de debajo de mi cama para regresar con rapidez a la habitación de mi madre

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Cojo la caja de debajo de mi cama para regresar con rapidez a la habitación de mi madre. Sus ojos recaen en mi presencia, nada más ingresar en su cuarto. Me indica con su mano que me siente junto a ella. La toma de encima de mis piernas, abriéndola, y luego vemos los objetos que alberga en su interior.

―Era de tu abuela ―habla agarrando la fotografía―. Es está mujer de aquí. La de la derecha. ―Señala con el dedo índice a la mujer más sonriente―. Junto a su mejor amiga abrieron una tienda de animales. Sabes... En esa época, no les resultó fácil, pero con mucho trabajo y esfuerzo lo lograron. Es una pena que tuvieran que cerrarla.

―¿Y eso por qué? ―cuestiono con curiosidad.

Mamá deja la foto de nuevo en la caja, y se aparta un mechón de su pelo.

―Tu abuela sufrió un accidente cuando yo era pequeña. ―Su voz se vuelve más apagada de repente―. Los médicos decían que no volvería a caminar. Caroline, la amiga de tu abuela, no se vio con las fuerzas suficientes para continuar con la tienda por su cuenta, así que decidió cerrarla.

―Pero la abuela caminaba.

―Sí, lo hacía. ―Mis ojos se deslizan hasta el gato de peluche mientras ella lo coge y lo observa con detenimiento―. Gracias a un milagro.

El hecho de que mamá siendo tan escéptica, esté hablando de un milagro hace que mi curiosidad aumente.

―¿Un milagro? ―pregunto, enarcando una ceja.

―Un día tu abuelo estaba preparando, si mal no recuerdo, el desayuno. Yo siempre se lo llevaba a tu abuela, pero aquella mañana no fue así. ―Una sonrisa se forma en sus labios―. Estaba sentada de espaldas a la entrada de la cocina, así que al principio me asusté cuando el abuelo dejo caer el plato que acababa de hacer. Aún recuerdo como comenzó a llorar de la felicidad, y no era para menos, allí de pie, mirándonos con una radiante sonrisa, estaba ella. La persona que jamás volvería a caminar. Los médicos estaban desconcertados, no tenían ni idea de cómo lo había conseguido, yo tampoco lo comprendo. Pero eso poco no importaba, ella volvía a caminar.

―¿Y el gato de peluche?

―Ella lo tejió con mucho cariño, decía que gracias a él lo había logrado. ―Se frota las sienes desconcertada―. De pequeña la creía y siempre le pedía que me contará la historia de aquel gato mágico. ―Niega con la cabeza a la vez que deja escapar una risita―. Supongo que ni ella sabía cómo lo había logrado, y se inventó aquella historia para mí. Imagínate un gato mágico, es de locos.

Yo diría que no, ya que precisamente tenemos uno en casa. Veo que mi abuela también conoció a un Kyle, o al menos, eso parece. Es una pena que ya no pueda preguntárselo.

―¿Y el nombre que tiene escrito en la etiqueta?

―Es el nombre del gato.

Me quedo en silencio meditando todo lo que acabo de oír.

¿Qué le ha pasado a mi gato?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora