―¿Sabes que puedes contármelo todo? ―inquiere el señor Joseph, acomodándose las gafas.
Me remuevo en el cómodo sillón, y comienzo a jugar con mis manos.
―Sí, ya lo sé ―musito, con la mirada gacha.
―Elizabeth, hemos avanzado ―confiesa, dirigiéndome una mirada compasiva―, pero si queremos abordar el problema con éxito debes hablar.
Suelto el aire que retenía en mis pulmones, dando un largo suspiro.
―La relación con tu madre ha mejorado gratamente. ―Mueve el bolígrafo pasándolo por sus dedos de manera habilidosa―. Pero deduzco que aún hay algo que te perturba.
Aparto un mechón de mi pelo y lo pongo tras mi oreja.
―No lo entiendo ―susurro, con la mirada perdida en algún punto incierto.
―¿Qué es lo que no entiendes?
Trago saliva, intentando deshacer el nudo que bloquea mi garganta.
―Por qué me odia tanto. ―Mis ojos comienzan a humedecerse.
El psicólogo pasa la página de su cuaderno.
―¿Quién te odia?
Niego con la cabeza.
―No importa no es nada importante.
Joseph levanta su dedo índice, volviendo a colocarse sus gafas.
―Como ya te he dicho en otras ocasiones, es mejor exteriorizar los problemas ―explica con voz calmada―. Si los guardamos se van acumulando, y se forma una enorme "pelota" que se hace imposible de digerir. Y supongo que ya sabes cuál es el resultado.
Asiento en silencio.
―El suicidio... ―mascullo.
El doctor le da un sorbo a su taza que está sobre la mesita de cristal que hay entre nosotros.
―Es una de las posibilidades, y la que queremos evitar que vuelva a suceder. ―Desvía la vista hasta el reloj de pulsera de su muñeca―. Hemos acabado por hoy ―habla, cerrando la libreta―. Te haré un hueco para la semana que viene. Sé que habíamos acordado una sesión cado dos semanas, pero visto tu situación actual creo que es lo más conveniente.
Levanto la mirada, observándole directamente por primera vez en toda la hora que llevo aquí.
―Eso no es bueno ―exteriorizo con voz apagada―. ¿Verdad?
―Claro que lo es ―dice, haciendo que ladee la cabeza―. Será bueno para tu salud. Ahora necesito que pienses en aquellas cosas que te atormentan, e intentes buscar una solución.
Muevo la cabeza de arriba abajo sin comentar nada, y me incorporo despidiéndome de mi psicólogo con una leve sacudida de mano. Salgo de la consulta ingresando en la sala de espera donde mi madre me espera sumergida en un libro sobre "los avances de la medicina". Cuando la mujer que está sentada a su lado se levanta al escuchar su nombre, levanta la vista posándola sobre mí y cierra el libro guardándolo dentro de su bolso.
ESTÁS LEYENDO
¿Qué le ha pasado a mi gato?
Fantasy¿Qué harías si tu gato resultase ser un guapo chico que ha aparecido para cumplir tu mayor deseo? Eso es lo que le pasará a Elizabeth Wilson, la cual tendrá que aprender a convivir con un molesto chico que solo le causa problemas y terribles dolores...