Capítulo 24

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Apresurados corremos los últimos metros que me separan de un posible castigo, siendo mis videojuegos las principales víctimas

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Apresurados corremos los últimos metros que me separan de un posible castigo, siendo mis videojuegos las principales víctimas. Los latidos de perciben en mis sienes y apenas puedo mantener la respiración, no obstante, mantengo el ritmo a pesar de que mi capacidad física me está pidiendo a gritos que no continúe.

Al divisar la fachada de mi casa, y ver que el coche de mi madre aún no está aparcado, una mueca de alivio hace acto de presencia en mi rostro. Por lo menos, la carrera había servido para algo.

Con las manos temblorosas saco las llaves de mi bolso, costándome horrores apuntar en la cerradura de la puerta principal.

―No quiero meterte prisa ―habla Kyle, que permanece a mi espalda vigilando por si mi madre aparece―, pero si nos pilla aquí fuera sería una gran faena ―ironiza―. Sobretodo, después de haber logrado llegar antes que ella.

―No me presiones ―escupo a la vez que saco un poco la lengua por el lado derecho de mi boca―. ¡Conseguido! ―celebro cuando la llave entra.

―¿Entonces qué esperas? Abre la puerta.

Le doy tres vueltas a la cerradura, la puerta cede y nos deja vía libre al interior del domicilio. Entro seguida por Kyle, que la cierra nada más pasar, y antes de caer de rodillas en el piso lanzo mi bolso a un lado.

―N-no puedo creer que lo hayamos conseguido ―balbuceo con la voz entrecortada―. Por fin algo me sale a derechas.

―No siempre tenemos mala suerte ―apunta, poniéndose de cuclillas frente a mí. Levanto la cabeza y hago lo mejor posible por sonreír, pero el cansancio hace que me salga una mueca extraña―. Te traeré algo de agua, no tienes buena cara. ―Se incorpora y desaparece dirigiéndose a la cocina.

Escucho mi móvil vibrar en el interior de mi bolso, así que estiro con pesadez mi brazo hasta llegar a él sacándolo; una corriente gélida recorre mi espina dorsal al ver "mamá" escrito en la pantalla.

«Sí, ya sabía yo que las cosas nunca me salen bien»

Descuelgo la llamada, y amedrentada por lo que pueda decirme, me lo pego a la oreja.

―S-sí ―respondo con intención de mantener la calma.

Elizabeth, me ha surgido un imprevisto. ―La escucho decir al otro lado de la línea―. Se presentó un problema con el tema de las guardias en el hospital, y por desgracia, debo quedarme a cubrir toda la noche. Como si no estuviera lo suficientemente cansada... ―Mi mente se desconecta de la conversación, dándome unas ganas tremendas de darme cabezazos contra el suelo. Casi me da un infarto por haberme esforzado tanto por llegar a tiempo, pero resulta que no llegará hasta mañana; y yo extrañándome de que tuviera mala suerte―. ¿Estás ahí? ―Su voz me saca de mi embelesamiento, e inconscientemente asiento con la cabeza

«¿Qué se supone que hago? No puede verme»

―Sí, te escucho.

En la nevera tienes algo de sopa, si quieres puedes calentártela. ―De fondo escucho como alguien la llama―. Te tengo que dejarte, nos vemos mañana. Buenas noches ―dice antes de colgar.

¿Qué le ha pasado a mi gato?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora