Los cuentos de hadas, ese pequeño cuento de un principe que rescata a una princesa de su cruel vida, muchas veces pensamos que suele ser simplemente lo que es, un cuento de hadas sin la mas minima posibilidad de hacerse real.
¿No?
Pero un caso sería...
Los días se pasaron volando para los Jones, en especial para la pequeña rubia la cual ya iba a la escuela así que se la pasaba batante entretenida. Mientras tanto Jughead y Betty estaban mejor que nunca, Alice y Betty volvieron a hablarse y a llevarse bastante mejor.
Llego la tarde del viernes y la rubia estaba tranquila en su oficina haciendo algunos papeleos hasta que sintio que alguien la abrazaba por detras, reconocio al instante esos sueves y calidos brazos que la rodearon, pelinegro le dio un beso al cual correspondío la rubía.
-¿Como entraste?- pregunto con una sonrisa
-Es más que logíco que por la puerta, pero como estabas tan concentrada ahí no te diste cuenta de mi.
-Nesecito abrazarte- la rubia lo rodeo con sus brazos
-¿Así?- dijo coqueto- Lo que yo no nesecito es un día para nosotros dos- se acerco lentamente a ella
-¿Que pretendes Jones?- arqueo una ceja
-Ni yo lo se, creemelo- tomo su mano- Ven- la gui hasta la salida
-¿A donde vamos?- pregunto la rubia
-¡A donde nos lleve el destino Cooper!- la miro a los ojos
-O por dios- solto una carcajada al ver la moto de Jughead- Pense que ya no tenías esa moto- se burlo
-¿Bromeas?- aun sirve dalo por hecho- Sube- la rubia subio lo tomo por la cintura y el pelinegro acelero su motocicleta.
Ni uno de los dos sabían a donde irían poco a poco se comenzaron a alejar más y más de la ciudad, hasta que el pelinegro paro el una playa desolada en la cual había un faro.
—¿Recuerdas este lugar?— le pregunto quitandose el casco
—¿Bromeas?, este lugar marco mi vida— dibujo una sonrisa en su rostro y bajo rapidamente y comenzo a correr hasta la fría agua mientras se quitaba sus zapatos.
El pelinegro la miraba con ternura al verla jugar con el agua, hasta que ella sin decir una sola palabra fue y se sento a su lado arrinconandose a su hombro.
—¿Alguna vez creíste que terminariamos así?— pregunto la rubia
