Capitulo 33

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[Roger POV]

Libertad, santo cielo, este era el sentimiento de libertad. ¿Qué había hecho durante 24 años? No tenía ni idea; ahora estaba acabando con esa guerra mental, y todo era gracias a ella, todo era junto a ella.

Mi vida había sido un tanto difícil, pero en algún momento, un niña que parecía ángel casi casi me salvó.

Libertad, haciendo lo que queríamos, con actitud, y sobre todo, en un nuevo bebé, un Cadillac azul descapotable. ¡Madre mía! Estaba estrenando un auto color cielo, era una chulada, pero junto a mi estaba una hermosa señorita con anteojos negros, su cabello volaba por todas partes, y su sonrisa iluminaba mucho más que el sol, y eso que estaba en su mejor hora.

—Linda, no te levantes. —Quise detenerla en cuanto la ví tomarse del parabrisas para impulsarse.

—Roger, estás manejando como si te lo hubieras robado. —Dijo fuerte para escucharse más alto que el rugir del motor. —Déjame disfrutarlo. —No me quedó más que soltarle la mano, y meter cambios para ir más rápido. Era una carretera libre, tenía que aprovecharlo. De vez en cuando giraba mi cabeza hacia ella para poder verla iluminar el mundo entero; ella me miraba a mi, y no podía evitar sonreírle. Parecía que se burlaba de mi, sabía que era un tonto por ella.

Después de 40 minutos de viaje, llegamos a un pequeño pueblo fantasma que estaba fuera de Cambridge; tenía un aire muy medieval y eso lo hacía bastante hermoso. Vee me había convencido de traerla hasta acá para tener una clase de historia privada.

Yo quería una clase de anatomía, pero eso sería después.

—Es hermoso. —Dijo cuando pasó debajo de un arco de piedra, que daba la bienvenida al pueblo. Miraba a su alrededor como si se tratase de magia, así que no perdí la oportunidad de levantar la cámara y fotografiarla. —Dicen que este fue el primer lugar en infectarse de peste.

—¿Qué? —Pregunté de inmediato. —Y... Bueno, ¿estás segura de que eso no anda por ahí?

—Claro que no, tonto. —Se rió tomándome la mano y jalándome para caminar por la calle principal. —¿Sabes cómo comenzó la peste?

—¿Con alguien enfermo?

—Uhm... —Se tocó la barbilla, pensando. —No exactamente. Antes, creían que el paganismo era un pecado terrible y que debía ser exterminado de cualquier manera, y había cosas tan pequeñas que las relacionaban con el diablo, una de esas eran los gatos. —Hizo una mueca. Sabía que ella amaba a los gatos. —Un obispo mando a exterminar a cada gato de cada pueblo. Eso causó la peste, pues las ratas no tenían a su mayor amenaza.

—¿Entonces es como si la iglesia lo hubiera causado? —Pregunté aún atrás de ella.

—Mas o menos, si. —Ladeó la cabeza, y volteó a verme. —Odio a la iglesia.

—Vee, tu odias todo. —Se carcajeó. —Me sorprende que no me odies a mi. —Paró de reír.

—¿Quién dice que no? —La desgraciada siguió caminando, dejándome con la duda. Cómo me encantaba.

—Oye, ven acá. —Apresuré mis pasos para alcanzarla. —¿Te dije que te ves bonita hoy?

—Como diez veces. —Casi escuché. —¿Podemos esperar un poco? —Suspiró mientras se recargaba en una pared de piedras.

—¿De verdad? —Me burlé al verla descansar. —Cariño, acabamos de entrar, ¿ya estas cansada? —Señalé el arco con el pulgar. Negó con la cabeza, mirando al suelo.

—Es que tengo... Me duele. —Tocó la parte baja de su estómago. A penas puso las puntas de sus dedos en la zona, se encorvó por el dolor, así que me acerqué a ella para tomarla del brazo.

Outside [Queen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora