Capitulo 7

76 4 0
                                    


La mesa estaba llena de platillos caseros que olían delicioso, había cuatro platos y cinco sillas. Alguien faltaba, se notaba la ausencia pero el ambiente seguía siendo algo completamente amigable. Las risas eran continuas, las voces masculinas sobresalían sobre la femenina, quienes contaban locas historias acerca de sus días anormales.

—Recuerdo que un día, Freddie vendió nuestra ropa. —Dijo Brian antes de dar un trago de refresco. —Estaba convencido de que grabaríamos un disco, que vendió lo más que pudo. Roger ni se dió cuenta de que su chaqueta favorita ya no está en su armario.

—En mi defensa. —Brincó Freddie de su asiento. —El dinero sigue guardado, y nuestro disco aún anda por ahí, esa disquera anda en busca de nosotros. Yo lo sé.

—Confío en ustedes. —Dijo Vee tomando la mano de John y Brian sobre la mesa. —Son muy talentosos, se merecen un disco. Se merecen montones.

—Lo sabemos. —Dijo Freddie fingiendo vanidad. —Sinceramente, yo creo que estamos destinados a la grandeza.

—Mucho más que eso. Serán una leyenda. —Le sonrió con sinceridad. —En fin, ¿Roger vendrá? Podemos esperarlo.

—¡Aléjate de mi, loca! —Gritaba Roger desesperado por qué la llorona no pusiera las manos sobre el. —¡Tengo que irme ya!

—¡Dime qué tendremos una cita! —¿Alguien podría deshidratarse de tanto llorar?

—¡No! ¡Déjame en paz! —Se sorprendía demasiado de la chica, del problema en el que se había metido, pero más sobre su alocada idea. Estaba totalmente vestido, traía las llaves de la camioneta en la bolsa del pantalón. Esperaba vivir para contarlo. —¡Ya! ¡Estoy harto! —La chica lo había arrinconado contra la ventana, no le quedaba otra opción. A estas alturas, cualquier salida era PERFECTA. Dándole la espalda a la ventana, su mano se coló para abrirla hacia arriba.

Cristina se sorprendió por el movimiento, pero dudó que fuera tan valiente como para tirarse.

—Hablemos, no puedes huir y ya. —Roger empezó a reír fuerte, tal vez por el nervio de tirarse al vacío. Bueno, tal vez no era un vacío, pero ¡se iba a tirar!

—No lo creo. Adiós. —Fue lo último que dijo antes de tirarse de panza por la ventana. Vió como el arbusto se iba haciendo más grande ante sus ojos, sentía un hormigueo en el estómago y de pronto todo era negro. Le dolía el hombro, la cadera, la cabeza, pero al menos lo había logrado. Se levantó de inmediato y sin mirar atrás, salió corriendo de entre los arbustos. Sacó las llaves de la camioneta y no dudo dos veces en entrar y arrancar, escuchando los lejanos gritos de una mujer bastante urgida... Y sola.

Se miró en el espejo retrovisor y vio que debajo de su ojo había un raspón que se estaba poniendo muy rojo. Un brazo le sangraba, y tenía tierra y hojas en el cabello.

Santo cielo, que divertido.

Fue inevitable empezar a reír y dar brincos en el asiento, mientras manejaba a toda velocidad.

Antes de irse, los chicos le habían dicho que irían con Vee y que ahí lo esperarían. Planeaba irse a su casa, pero sentía tanta adrenalina, que no lo pensó, y fue directo a Islington. Paró en la avenida principal y se bajó para entrar a una cabina telefónica; metió unas monedas y marcó el número que tenía anotado en un papel que llevaba en el bolsillo.

Sabían que Roger no recordaría cual era la calle, así que le dieron el número para que llamara cuando estuviera cerca.

—¿Hola? —Aún tenía la voz agitada, y eso preocupó a John, quién había contestado el teléfono.

—¿Rog? ¿Estás bien? —Fue lo primero que preguntó.

—Fue una locura, hermano. Estoy en la avenida principal de Islington, ¿a dónde voy?

Outside [Queen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora