Capitulo 35

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Martha Hickman barría la cocina por segunda vez en el día. Estaba lavando los trastes sucios y, por accidente, dejó caer un plato de vidrio. El 4to de su vajilla nueva.

Ya era un ritual.

Martha siempre fue una mujer solitaria, sus padres habían muerto por causas naturales, eran ya unos ancianitos. Fue triste que sus padres hayan vivido más tiempo que su hermana; así no debían ser las cosas. Le faltaba su familia completa, y nunca se casó, ¿por qué? Tal vez por que le daba miedo perder a otro miembro de su familia.

Ya no quería pasar por ese dolor, de nuevo.

Era una mujer solitaria, en parte.

—Tata. —Escuchó en la puerta.

Si no fuera por ese adorable jovencito rubio, en verdad estuviera sola.

Emocionada, dejó la escoba caer por ahí para ir corriendo a la puerta; así, con los brazos bien abiertos y una risa escandalosa, recibió al chico que sus ojos lo observaban como su hijo, y su salvación.

—¡Rog, cariño! —Lo apretó entre sus brazos. —No viniste en mucho tiempo, ¿qué te sucede? ¿me olvidaste?

—Claro que no, Tata. —Besó su frente. Era difícil no verlo como un niño pequeño, pero el único golpe de realidad que tenía, era que ese "niño" le ganaba en altura por una cabeza. —Estuve ocupado, ya sabes, el trabajo.

—Oh, por supuesto. Ahora eres un doctor de Cambridge. —Subió las cejas e hizo una mueca sarcástica. —Ven, cariño, entra. ¿Qué buenas nuevas me tienes? —Se dió la vuelta para entrar a casa, pero no sé dió cuenta de que la puerta se había cerrado sola, así que chocó seca contra la madera. —Si si, ya la abro.

—Eh... —Roger se distrajo por tal cosa, pero no era algo raro de ella así que lo ignoró, entrando detrás de ella. —Pues... Te traigo de todo.

—Ya me has dicho eso antes. —Se giró para señalarlo, luego siguió su camino. —¿Qué hiciste, Rogelio?

—No me digas Rogelio. —Se sentó en el comedor, observando cómo le servía de comer. Ya era obligatorio, si Roger iba con Tata, tenía que comer. —Hice un par de cosas. Estoy muy estresado, Tata, estoy... Destrozado.

—¿De ve-verdad? —Titubeó, mirándola preocupada. Le dejó el plato de comida sobre la mesa antes de sentarse frente a él. —¿Qué sucede, cariño?

—Bueno, es que me metí en un lío. —Probó su spaghetti con el tenedor. —Yo, bueno, conocí a una chica.

—Ay, ya te la cogiste. —Hizo un puchero.

—No, no. —Agitó las manos. —Bueno, si, pero me gusta. Me gusta ella, es muy inteligente, muy creativa y guapísima. En verdad no creí que pudiera conocer a una chica como ella, y mucho menos que me aceptara, sabiendo como soy.

—¿Te conoce bien?

—Muy bien. —Sonrió bajando la mirada. —Le confesé todo, hemos salido a solas, me ha apoyado bastante, todo marchaba perfecto a pesar de que aún no lo hacía oficial, ¿sabes? —Su tía lo miraba con una sonrisa encantadora, nunca creyó que Roger, el niño mujeriego, tuviera ese brillo en los ojos al hablar de una mujer. —Pero la cagué.

—¿Por qué?

—Regresó una tipa con la que había estado un par de veces. —Esperó mientras lo veía llenarse un poco más de comida. Cuando hacía eso era porque en realidad no quería hablar. Solo se hacía tonto por un rato. —Está embarazada.

—¿Qué? —Exclamó poniendo las manos en la mesa. —Roger Meddows Taylor, ¿qué rayos hiciste?

—Tata, no. —Se dejó caer de espaldas contra el respaldo. —No me regañes.

Outside [Queen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora