Capítulo 39 [Parte 1]

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Las campanas sonaban cerca.

También las hormonas semanales.

No sé diga la espera de que él le pida que sea su pareja.

Pero, en realidad, sonaba más cerca el sonido del teléfono.

—Es la quinta vez que llama. —Susurró John, bastante cansado.

—Y a penas son las nueve de la mañana. —Continuó Freddie mientras miraba a Roger sobre su periódico. —¿Qué sucedió?

—Necesitas calmarla. Me tiene harto.

—Es que Roger tiene la habilidad de arreglar las cosas a su manera. —Brian negó con la cabeza. Roger tronó la lengua, y el teléfono dejó de sonar. —¿O no?

—Ya dí que hiciste. —Insistió John.

—¿Le dijiste que no harías nada con ella? —Preguntó Fred. El rubio asintió lento. —Dios. —Murmuró.

—Cállate. —Habló por primera vez en toda la mañana. —No hice nada malo.

—Esta embarazada de ti y la abandonaste.

—No está embarazada de mi. —Negó efusivo. —¿Saben que sucedió hace dos días? La lleve a casa después de una consulta y afuera estaba el supuesto ex novio con todas sus maletas. Ahí sentado, como si nada.

—¿Y? —Freddie bajó el periódico completamente.

—Él solo se fue dos semanas de vacaciones, regresó antes de lo planeado. Ellos nunca terminaron. —Cruzó los brazos bajo la atónita mirada de los demás. —Bueno, ahora sí. Ella no encontró excusa y dijo que creía estar embarazada de mi, pero, por favor, chicos. —Se golpeó las piernas con ironía. —¿Le voy a creer eso? Debbie siguió viviendo con su novio mientras estaba embarazada y yo estoy seguro de que solo me mintió. Quiso aprovechar que su novio estaría en Estados unidos, pero no le salió. —Se mordió la mejilla interna.

—¿Y qué con ella? ¿Por qué sigue llamando?

—Sigue metida en su mentira. Ahora está sola.

—Mmm... —Alargó John con la mirada fija en la mesa. —Mujeres.

—Dicen que son las ondas de los teléfonos. —Freddie asintió. —Nos están volviendo locos. Es algo que planea el gobierno para controlar a la población.

—Creo que solo se llama, no sé, obsesión. —Brian lo miró mal.

El teléfono sonó.

—Diana, deja de llorar. —Rogó Carlos por décima vez.

Claro que no se detuvo. Incluso se podía decir que lloró más fuerte.

—Diana... —Insistió, tomándose el puente de la nariz.

—Es que yo lo sabía. —Contestó en voz baja, sorbiendo por la nariz, apenas entendible. Estaba deshecha. —Yo tenía la sospecha de que estabas con otra mujer, pero... Nu-nunca creí que fuera con ella. Dios, yo me dí la oportunidad de amarte y aceptar nuestro destino, Carlos. No teníamos opción.

—No es mi culpa que tú si te hayas tomado esto en serio. —Se dejó caer en la cama. —Nunca creí que te fueras a enamorar.

—¡Maldito seas! —Se levantó con rapidez. —Eres mi esposo, se supone que debías respetar esa unión.

—¡No, no! Yo solo debo cumplir el protocolo cuando estamos en público, pero en las camas yo puedo deshacer y hacer lo que yo quiera. —Parecía no importarle, y eso dolía. Dolía mucho.

Pasó una hora, pasaron dos. Carlos tenía miedo de levantarse de la cama y volver a alborotar a Diana, quién a penas tenía treinta minutos en silencio. En su alucinación y desubico, la observó levantarse del suelo, se limpió las lágrimas restantes y peinó su cabello.

Outside [Queen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora