Capitulo 1

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—Santo dios. —Un placentero suspiro salió de su garganta moretoneada. Se dejó caer sobre el cuerpo agotado de su acompañante, aún con la respiración entre cortada y el corazón en la boca. Ella se sentía impaciente por que él la acurrucara en sus brazos para descansar después de tal muestra de amor. Le ardía el pecho por respirar con la boca abierta; sentía una presión escandalosa entre las piernas; los párpados se le cerraban; la pasión se le escurría junto con el sudor de todo su cuerpo.

Pudo sentir la barbilla de aquel hombre chocar con su frente, la había volteado a ver. Inconscientemente sonrió para demostrarle lo satisfecha que estaba, y cumpliendo sus anhelos, el la tomo por los brazos apartando algo de su cabello que estorbaba el agarre. Ya casi estaba completa, pues el la abrazaría con cariño y quedarían completamente dormidos.

Intensificó el agarre, y sin mucha fuerza, la tiró lejos de el. Un centímetro más a la derecha, y probablemente se estampaba contra el suelo. Se había vaciado con mucha confusión. Lo miraba tal cual miraba su libro de física de cuarto año.

No sabía si preguntarle qué había hecho mal, o que era lo que le molestaba. Por un segundo se sintió destruida, algo humillada y más desnuda que hace tres minutos atrás. ¿Acaso debía preguntarle?

—¿Qué sucede? —Se animó casi obligada por su subconsciente. Por fin esos ojos color cielo la miraron con firmeza, pero no de una forma amable. Su mirada trataba de decir lo obvio. —¿Hice algo mal?

Él suspiro mientras se ponía de pie. —No te quejas. —¡Por supuesto que no! El podía hacer lo que quisiera con ella, pues era suya. Aguantaría lo que fuera por estar con el. —Es aburrido. Necesito algo más dinámico, además, no arqueas la espalda.

No, no, no. Eso no podía ser verdad. Rachel se había esforzado demasiado por ser la correcta para su platónico. Debía estar bromeando.

—No te creo. —Ahí, en la cama, sin su dignidad, observaba con cuidado como el rubio se ponía la ropa sin mucho cuidado. Primero sus boxers, luego su pantalón acompañado de una camisa de jean, con los primeros botones desabrochados. —Me esforcé mucho.

—No lo suficiente. —Un ruido la sacó de sus pensamientos: la puerta principal. —Cuando acabes de vestirte te sales por la ventana. —Esto era demasiado para ella. El rubio abrió la ventana dejando entrar el aire fresco, se asomó hacia la calle y seguido de eso, sacó una pierna hacia la cornisa. —Adios, Carolina.

—¿Qué? ¿A dónde vas? —Se apresuró a ponerse la ropa. ¿Por qué salía así de su casa? Tal ves sería por que sus padres no lo dejan meter chicas a su habitación. —M-me llamo Rachel. —Sin duda, había roto su corazón hasta el último cachito posible.

—Claro, lo olvidé. —Alargó. —Esta no es mi casa. —Mierda.

—¿De quién es?

—No tengo ni idea, pero cuando iba caminando ví como salía toda la familia de aquí. Ya ponte la ropa y vete, Mónica. —Fue lo único que escuchó antes de verlo desaparecer trás la ventana. Se dedicó a ver el lugar con más delicadeza.

Con razón las paredes eran rosas, y la colcha era de princesas.

Ahí iba Roger, caminando sin ninguna preocupación. Por supuesto que no, nunca se preocuparía por eso, ya era costumbre. En todo caso, las chicas nunca entendían lo que él quería, sexo sin compromiso, no era su culpa que ellas fueran muy tontas.

Saco un cigarrillo de la cajetilla que llevaba en el pantalón, lo encendió con cuidado y se percató de que una chica lo miraba fijamente. Ella estaba recargada afuera de una tienda, solo mirándolo pasar.

Tal vez se hubiera acercado para hablarle y quedar de verse en algún lugar; o solo hubiera ido directo al grano y en menos de veinte minutos estarían en una cama. Lamentablemente, estaba agotado y si llegaba tarde, sus amigos lo asesinarían, muy seguro.

Outside [Queen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora