Capítulo 28: La jugadora perfecta.

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Empujo a Rhett a la cama.

Creo que nos sorprendo a ambos al hacerlo de una forma tan agresiva, pero por la sonrisa en su rostro, fue una sorpresa buena. Tira de mi mano acercándome, cuando estoy lo suficientemente cerca, volvemos a besarnos. Como la posición me parece incomoda, decido moverme. Sin dejar de verlo fijamente a los ojos, procedo a sentarme sobre él, echando una pierna a cada lado de sus caderas.

Rhett se incorpora un poco, viéndome como si acabara de hacer algo increíble y eso hace que quiera mantener esa mirada por siempre. Al mismo tiempo que comienzo a quitarle la bufanda, acerco mi rostro a su cuello y comienzo a rozar mis labios sobre su fría piel. El choque de temperaturas hace que se estremezca.

Comienzo a besar su cuello de la misma forma que él lo hizo la última vez conmigo. Sus movimientos se quedaron guardados en mi mente desde ese día y al recordar lo bien que me sentí, quiero devolvérselo. Sus manos se deslizan lentamente bajo mi falda, presionándome más contra su entrepierna. Puedo sentir el calor de su piel traspasar mis medias y también puedo sentir el efecto de mis acciones.

— ¿Los besos en el cuello son tu debilidad? —separo mi rostro lo suficiente para verlo.

— Tú eres mi debilidad.

Rhett me besa, acercándose más a mí —no sé cómo es eso posible—, paso mis brazos sobre sus hombros para acortar cualquier espacio minúsculo que interfiera en nosotros. Cierro los ojos, dejándome llevar por aquellos movimientos que surgen naturalmente entre los dos y me hacen soltar pequeños suspiros.

De repente, todo el calor que mi cuerpo siente se convierte en frio y sus manos no se sienten como sus manos. Corto nuestro momento, viéndolo con confusión. Es Rhett a quién tengo enfrente, pero hace dos segundos se sentía como alguien completamente distinto.

En ese momento, la puerta parece salvarme de cualquier cosa estúpida que pueda decir.

Me levanto dejando a Rhett confundido en la cama y me encuentro sintiéndome indefensa, y enojada pero no conmigo, sino con aquel intruso que sin aviso previo se mete en mis pensamientos, y en mis pesadillas de vez en cuando.

— Puede ser mi madre —es lo único que digo, aun teniendo la respiración agitada y posiblemente estando roja.

Rhett asiente, dándome la razón. Se levanta con rapidez y comienza a arreglarse la ropa. No puedo evitar sentirme culpable por dejarlo así y frustrada por no poder hacer lo que quiero.

— Veo que cambiaste el café por algo más energizante.

Ian ni siquiera espera que me haga a un lado, choca mi hombro al adentrarse con nuestro típico café en manos y seguramente mucho de que quejarse sobre lo que pasó ayer.

— Buen día a ti también Ian —contesta Rhett sarcástico.

Hace exactamente veinticuatro horas que no veo a mi madre y de cierta forma me preocupa. No solo porque ayer no me dijo absolutamente nada, sino porque tampoco contesta el celular. Anoche deje mi orgullo de lado y le escribí.

Jessie me dijo que no le contestabas las llamadas. ¿Estás ignorándola?

No fue el mensaje más demostrativo del mundo, pero una respuesta suya hubiera sido suficiente para tranquilizarme, pero eso no pasó.

Me paro frente al espejo y comienzo a peinarme. Mi cabello se volvió algo loco luego de mi momento en la cama con Rhett y los minutos anteriores a ello.

— No sé cómo voy a hacer para ver a Lia de ahora en adelante —Ian inicia la rutina sentándose en mi cama y bebiendo su café— ¡Prácticamente le dije que la amo!

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