Epílogo: Tantos secretos podrían matarte.

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Actualidad

Su pulgar aprieta repetidamente el pulsador del bolígrafo que tiene en la mano, haciendo que el repetido click que se produce cuando guarda y saca la punta de la pluma, sea lo único que se escucha en la habitación.

El sonido también se apodera de sus pensamientos, impidiéndole —o salvándola— de tener contacto con su temida consciencia.

Ni siquiera se da cuenta de que sus amigas se acercan con provisiones. Lia sostiene una bandeja con galletas horneadas por ella misma y V trae otra con tres tazas de café. Ambas la observan durante unos segundos para después devolverse la mirada.

En cuanto V apoya la bandeja cerca de Heaven, ésta posa su mirada ahí, en la taza azul y no porque le desagrade el color. Se ha convertido en uno de sus favoritos, justamente por esa razón compró las tazas. No es eso lo que le llama la atención, sino el contenido.

Detiene su pulgar dejando la sala en un completo silencio. No despega su mirada del café.

— Pensamos que te gustaría algo para merendar —Lia de forma muy cautelosa intenta romper la tensión del ambiente— Hice estas galletas especialmente para ti.

Heaven se detiene a observar a sus dos mejores amigas. Ni siquiera se dio cuenta de que son ellas quienes le trajeron la comida. Estaba muy ocupada intentando no pensar y ver de repente algo tan significativo, como lo es el café para ella, la desconcertó.

— Gracias —prefiere no ser descortés y evita mencionar que no tiene hambre— A las dos —agrega dándole una breve mirada a V.

Reemplaza su bolígrafo por la taza azul. La sostiene con ambas manos, sintiendo su piel calentarse a medida que pasan los segundos, pero no bebe el café.

— ¡Creo que esa mujer fue tan insensible! —la rubia decide comenzar, viendo que sus dos amigas prefieren el silencio.

Hace solo unos minutos, la señorita Woods visitó a Heaven. Una mujer simpática de unos treinta años, metro cincuenta, gafas de marco negro, cabello castaño, ojos atentos y boca curiosa irrumpió la tranquilidad de esta casa. Básicamente trajo el pasado y lo coloco sobre su mesa, literalmente.

Heaven aún recuerda el libro con anotaciones, fotografías de cada uno de ellos, recortes desprolijos de diarios con las noticias de todo lo que pasó en Saint Rose, muchas cosas que hasta el día de hoy ninguna de las dos parece olvidar.

No voy a mentirte. Pienso escribir un libro sobre todo lo que pasó en Saint Rose —comenzó sin ningún pudor— Y me gustaría contar con tu testimonio. Después de todo, vas a ser mi protagonista.

La sonrisa cortes de Heaven se desvaneció lentamente mientras esperaba que la eufórica señorita Woods esté jugándole una broma de mal gusto. Pero aquella confesión nunca llegó, solo un incómodo silencio, seguido de una golpiza de persuasión por parte de la escritora.

Lo cual no funcionó con Heaven y la invitó cordialmente a que se fuera. Pero la mujer, incapaz de aceptar su derrota, logró dejarle su tarjeta donde puede encontrar cómo contactarla en caso de que cambie de opinión.

— No es necesario que la llames —agrega V viendo que las palabras de Lia no tienen efecto en Heaven— Después de todo, es historia.

— No es solo su historia —interviene nuevamente la rubia, dándole una mirada molesta a la pelinegra— Es la historia de todos. Somos los sobrevivientes de aquella masacre.

V baja la mirada para evitar que sus ojos digan lo que su boca debe callar.

Desde aquella noche, cuando se aliaron en contra de Ross, ambas prometieron guardar su secreto para siempre. Le echaron la culpa a él, todo recayó únicamente en Ross. Bueno, a Tanner también, pero como está muerto no sintió mucho la condena que digamos.

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