Capítulo 25: Encuentros y desencuentros.

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Como si mi vida aquí no fuera lo suficientemente difícil, el asesino tiene la llave de mi habitación. Eso no está del todo comprobado pero, ¿Quién más la tendría sino? Dando por sentado que es la persona que intento desenmascarar, no puedo dormir tranquila. Me despierto a media noche sintiendo que sus manos se ciernen en mi cuello hasta dejarme sin oxígeno. Son pesadillas, pero se siente tan real que varias veces abrí la puerta, esperando ver a alguien yéndose por el pasillo, pero no hay nadie. Nunca hay nadie.

Desde entonces, coloco una silla delante de mi puerta. Obviamente primero me aseguro de cerrar con llave y luego va la silla. También agrego un paraguas delante para que, si alguien logra abrir la puerta e intenta empujar la silla, me alerte de ese movimiento.

Tengo el sueño muy ligero, producto de mi inseguridad y miedo, así que no me cuesta mucho despertarme. Nada en realidad. Estoy alerta hasta dormida.

Por ello, imaginarán como estoy en este momento.

Acabo de despertarme porque alguien está golpeando incesantemente a mi puerta. Intenta girar el pomo, pero de nada sirve porque tiene el seguro puesto.

Afuera aún está algo oscuro a pesar de ser casi las siete. En invierno el amanecer tarda en dejarse ver. Si fuera de día posiblemente la situación sería distinta. No estaría a punto de desmayarme.

Busco algo filoso con lo cual herir a mi atacante —en caso de serlo—, mis ojos rápidamente captan una tijera sobre mi escritorio. La tomo y procedo a quitar las cosas que están sobre la puerta.

— ¡Está aquí!

Mi hermana ni siquiera se percata de que estoy apuntándole con una tijera. Me choca haciéndome a un lado, adentrándose a la habitación. Con mucho alivio, pero confusión, cierro la puerta a mis espaldas.

— Intentará arruinar mi compromiso con Matt porque seguramente lo sabe. Ella siempre sabe todo —niega con la cabeza, caminando de un lado a otro— ¿Y sabes qué dirá cuando se lo cuente? Porque obviamente hará como que no lo sabe para que se lo diga. Y ahí dirá "Oh..." fingiendo un falso entusiasmo. ¡La conozco!

Estoy demasiado dormida para entender todo lo que dice. Habla tan rápido que apenas le entiendo.

— ¡Hizo eso cuando le dije que rechace el empleo en Stanford para venir aquí! —me señala enojada— Pero está vez... ay Dios, cuando sepa que no me casaré con ese chico... ¿Cómo se llamaba? El italiano que escupía al hablar...

— ¿Marcelo? —pregunto sentándome en mi cama.

Marcelo era un contador italiano que una vez invitó a Crystal a salir. La cita fue un fracaso porque escupía al hablar y además le interesaba más la camarera, que mi hermana. Desde un principio no hubo ninguna chispa entre ellos. La cita solo se llevó a cabo porque nuestra madre insistió mucho para que aceptara, ya que era el hijo de una de sus amigas.

Un momento...

— ¡Marcelo! —chasquea los dedos— ¡Solo porque es contador le interesa que me case con él! —se ríe, nerviosa— Oh y seguramente va a hablarme de lo bien que le va a Tristán con nuestra prima, y echarme en cara que esto sucedió porque no intenté recuperarlo. ¡Estoy muy segura! ¡Porque es el diablo!

— ¿Mamá está aquí? —sobo uno de mis ojos.

Crystal suelta un gruñido.

— ¡Claro que está aquí! ¿Quién es el capaz de ser tan cruel sino? —se cruza de brazos.

Me acomodo en la cama soltando un bostezo.

— Hace unos días Jessie me dijo que tenía una sorpresa para mí y pensé "Oh, va a despedirme porque sabe que estoy comprometida con Matt" —me cuenta más calmada, sentándose a mi lado— Y hace unos minutos, cuando me levanté para hacer yoga, escuché el motor de un auto, así que me asome por la ventana.

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