Cada paso que doy es como la mayor hazaña que haya hecho. Mi dolor de cabeza está matándome y mis extremidades me pesan. Hacía mucho tiempo que no era víctima de una resaca y olvidé que tan miserable es serlo.
Hoy me siento asquerosa y apuesto lo que sea a que me veo como me siento. Me duché apenas llegue a mi habitación y tomé una siesta de treinta minutos antes de que mi despertador sonara indicándome que tengo que prepararme para clases.
Apenas salgo soy el blanco de las miradas de un pequeño grupo de chicas posiblemente esperando a que otras salgan del edificio para ir a clases. Les miro malhumorada mientras camino hasta Ian, quién me espera con nuestro usual café matutino.
—¿Sabes qué es injusto? —tomo su pregunta como sus buenos días.
—¿Qué en pleno siglo veintiuno todavía siga existiendo el racismo, homofobia, xenofobia y todo tipo de palabra que termine el fobia, y sea malo? —pregunto aceptando su café extra, como siempre.
—¡Que Ross te quiera! —espeta, negando con la cabeza. Le miro desconcertada— No es que no seas agradable, hasta yo te quiero. Pero no puedo creer que beses a su mejor amigo y él te quiera.
—Bueno, él no sabe que lo besé —me encojo de hombros— Quizás por eso me quiere.
Ian le da un sorbo a su café y continúa con su queja matutina. Usualmente soy yo quien se queja de todo, pero este al parecer es su momento.
—Buen punto —asiente dándome la razón— Me gustaría que Lia note mi presencia —resopla.
—Lia te nota. Créeme, ella te adora —le cuento recordando las veces que me habló maravillas de él.
—¿Sabes que adora también? A los cachorros —contesta— Yo quiero que me quiera, pero ella quiere a Tanner.
—Yo me encargo de eso. Lia merece a alguien como tú, no al imbécil de Tanner.
Ian acepta gustosamente mi oferta de ayudarlo a conquistar a Lia. La conversación termina allí.
Caminamos en silencio sobre el sendero de piedras que lleva hasta el gran patio del internado, y ese conduce a la entrada. El día soleado hace que me sienta menos miserable y aprecie seguir un día más aquí. Aunque la luz del sol es exquisita, no logra opacar a la temperatura del otoño. Me encojo deseando haber traído una bufanda.
Al llegar al Instituto puedo ver a dos oficiales parados a cada extremo de la gran entrada principal. Me despido de Ian porque tenemos clases distintas y prometemos buscarnos para almorzar juntos.
En mi camino a clase de historia, nuevamente soy el centro de atención para las personas que están cerca de mí. Frunzo el ceño, incapaz de retener mi disgusto hacía sus miradas. Sin embargo, mi mueca parece no ser suficiente para asustarlos y privarlos de mirarme de forma curiosa.
Ross está a unos metros de mí en su casillero, charlando con alguien que no conozco. Al verme se despide de esa persona y camina hacia mí.
Sonrío cansadamente cuando lo tengo enfrente.
—Sobre lo que dije anoche... —me dice de forma tímida y con cierto color en las mejillas.
Sus palabras me golpean como si de una bofetada se tratase.
Oh por Dios. ¡Anoche! Me descuide demasiado al beber tanto y me dejé llevar por el momento que conté parte de el gran secreto que me persigue. Charlotte y Lia no son para nada una amenaza, pero V estaba presente. Ella es la chismosa de Saint Rose y dudo que su constante ansia por chismes haya disminuido por el consumo del alcohol. Ahora comprendo las miradas de todos. Ya reveló lo que, torpemente, confesé anoche.

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Encuéntrame
Mystery / ThrillerSaint Rose es uno de los internados más respetados y aclamados del mundo por su excelencia académica. Lo que no dice en los folletos es que también se destaca por la elaboración de mentiras y el encubrimiento de secretos. Si las paredes de Saint Ros...