Capítulo 30: Ídem.

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N.O

— ¿Cuántos años tenía y cuál era su nombre? —pregunta el agente Brixtòn, mientras observa como los forenses se encargan de la escena del crimen.

— Ian Sallow —contesta la agente Wilson, dándole la espalda a aquel pasillo— Tenía dieciséis.

Joe se dedica a darle un minuto de silencio a Ian. No lo conocía, por supuesto, pero no es necesario para sentir pena por su muerte. La tristeza que siente es opacada rápidamente por el enojo. La furia de pensar que alguien le arrebato la vida a alguien inocente, a un joven que tenía mucho que experimentar, mucho que vivir.

— Solicité que vinieras porque voy a retirarme del caso.

Wilson interrumpe el momento de reflexión de Brixtòn. Joe frunce el ceño y le hace una seña con la cabeza para que vayan a otro lado. Ambos caminan en silencio hasta llegar afuera.

— Vine aquí para que trabajemos juntos, no para hacerlo solo.

Joe sabe que ella es tan capaz como él de resolver el caso, por eso le molesta la decisión de abandonarlo. Además, en el fondo está emocionado por liderar esta investigación con ella. Jamás habían trabajado juntos.

Ambos se conocen desde la universidad. Eran muy cercanos pero tras graduarse, fueron por caminos distintos. Ella fue a trabajar en la oficina de investigación de california y él se unió a la fuerza aérea.

— Ya no tengo nada que hacer aquí, Joe. ¿Qué no lo ves? Es la cuarta muerte que debo reportar —debe tragarse su orgullo y aceptar su derrota. Joe niega con la cabeza, no es suficiente para él— Viste el expediente. No tenemos nada, Joe. Cada escena está limpia. Solo hay huellas digitales de las víctimas. Es como si no existiera. Es un plan limpio y perfecto.

Joe vuelve a negar con la cabeza.

— Ningún plan es perfecto. Ya hemos lidiado con asesinos así. Todos tienen un error y si no lo tienen, tarde o temprano lo cometen —logra decir mientras lidia con una solución a esto.

— Pues este no. Cada vez que creo tener algo, resulta todo lo contrario —contesta recordando a aquella chica que dijo haber visto a Heaven Nova adentrarse en la habitación de Stella Brooks horas antes de su desaparición— Es como si el maldito me encerara en una habitación, impidiéndome ver que hay más allá de las paredes. Es molesto.

Joe cruza sus brazos, pensativo.

— Entonces hay que hacerle lo mismo —propone levantando la mirada.

Nicole niega con la cabeza, sin entender a su compañero.

— Encerrarlo —contesta el agente Brixtòn.

HEAVEN

Abro los ojos lentamente, esperando que se acostumbren a la luz del sol que traspasa las cortinas blancas. Escucho a algunos pájaros cantar. Siento ganas de sonreír, pero de lo irónico que se siente esto. Se ve como un lindo día cuando en realidad es todo lo contrario.

Puedo reconocer que no estoy en mi cama. Este colchón es definitivamente más cómodo que el mío.

Estoy en la habitación de Crystal.

— Sí, ella está durmiendo —escucho la voz de mi madre— Matt y Crystal están volviendo. Solo encárgate de venir cuanto antes.

Giro mi rostro y me quedo hipnotizada por el lado vacío en la cama. Hace unas cuantas horas, veinticuatro para ser exacta o tal vez un poco más, Ian estaría aquí conmigo. Habría venido con café y posiblemente muchos chimes sobre el baile o preguntas sobre mi primera noche con Rhett.

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