Capítulo 34: Cuerda floja.

11.8K 1.7K 2.7K
                                    

ÚLTIMOS CAPÍTULOS

HEAVEN

Estiro mis piernas y brazos, golpeando levemente mis puños cerrados contra el espalda de la cama. Vuelvo a mi posición inicial una vez que termino de moverme como si fuera una lagartija, pero sigo sin abrir los ojos.

Estoy demasiado cómoda para hacer cualquier otro movimiento que conlleve levantarme de la cama. Si abro los ojos, ya no podré dormir. Mantenerlos cerrados es una especie de engaño a mi cerebro y así poder seguir durmiendo.

Un momento... ¿Durmiendo?

Abro los ojos encontrándome con la oscuridad, bueno, tampoco estoy completamente a oscuras. Puedo ver la luz del día que se cola por la cortina y escuchar a los pájaros cantar.

Me incorporo con lentitud, puesto que todavía siento el cuerpo algo adormecido y abro las cortinas. En efecto, es de día. Dos pájaros se detuvieron a charlar en mi ventana, pero cuando abrí la cortina, volaron dejándome con el silencio de mi habitación y la confusión de mis pensamientos. El clima aún no es agradable visualmente para mí y las nubes grises me advierten que tampoco lo será en las próximas horas.

A lo lejos puedo ver a algunos oficiales que charlan mientras sostienen lo que, a la distancia, parecen ser pretzels. Si bien no tengo problemas en la vista, tampoco tengo binoculares por ojos, así que puedo estar equivocándome.

¿Qué hora es? ¿Dónde está mi celular? Vuelvo sobre mis pasos, ya teniendo la luz del día de mi lado. Lo encuentro en la mesa junto a mi cama. Son las nueve de la mañana. No tengo llamadas, ni mensajes nuevos. Lo cual me extraña. Creí que para esta hora ya tendría novedades de Rhett.

Al pensar en mi novio, automáticamente pienso en el libro de Ian, el cual comencé a escribir mientras esperaba a que volviera. Levanto la almohada que coloqué sobre él anoche y, afortunadamente, lo encuentro donde lo dejé.

Escucho el sonido de pasos afuera y procedo a esconder nuevamente el libro. La almohada no es muy segura que digamos, pero no me da tiempo de hacer nada más.

Crystal abre la puerta sosteniendo una bolsa en una mano y dos cafés en la otra.

— ¡Buenos días! —exclama cerrando la puerta detrás de ella— Traje café, muffins de chocolate y bagels. Me imagino que estás hambrienta.

Miro el café que deja en mi mesa de luz y no puedo evitar pensar en Ian, y lo bien que me vendría nuestra platica matutina con café incluido.

— Me dormí —anuncio confundida.

— Lo supuse cuando dejaste de responder —contesta divertida— Admito que al principio creí que estabas ignorándome porque pensé que mi vestido de novia no era interesante para ti, pero cuando comencé a hablar del vestido de mi dama de honor, es decir tú, y tampoco respondiste entendí que estabas profundamente dormida.

— Espera —sonrío entrecerrando los ojos— ¿Vas a tener una boda? ¿Y yo seré la dama de honor?

Crystal se sienta tras darle un sorbo a su café.

— Matt y yo decidimos si hacer una boda, pero no una boda con salón, decoración y todas esas cosas —mueve su mano— Ya tuve todo eso en mi anterior casi boda —entorna los ojos, recordando cómo casi comete un gran error al casarse con Tristan— Ahora quiero tener lo único que me faltó y lo más importante; amor. Por eso nos casaremos en Bora Bora. Solo nosotros y... tú.

— ¿Yo? —pregunto incrédula— ¿Cómo una invitada especial? —bromeo con una sonrisa.

Se ríe.

EncuéntrameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora