Capítulo 21

215 12 0
                                    

El espacio está amplio y Jerónimo me hizo un pequeño campo para sentarme, pero opté por uno mejor.

El espacio está amplio y Jerónimo me hizo un pequeño campo para sentarme, pero opté por uno mejor

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Todos reíamos por los chistes crueles de Mango y Nabalez, al parecer ellos son mejores amigos.

¿Es normal que en una pareja de amigos, novios o cualquier otro deban existir ese tipo de personas? Todo se puede.

La noche llegó con un aire amigable, mi pequeño grupo había vuelto al su apartamento, la mayoría de los chicos se habían ido y solo quedaba Mango, Juan y yo.

—Chicos, debo partir, tengo demasiado sueño...

—Tal vez sea la vejez— reímos divertidos.

Veía cómo se paraba del sofá y caminaba hacia la puerta de edificio.

—Solo quedamos tú y yo— le sonreí.

—¿Cómo te sientes?— dice risueño.

—Bien— estaba un poco ebria pero consiente de mis acciones— o bueno, no tan bien pero bien...— reí— ¿Y tú?

—Estoy igual que tú, no tan cuerdo pero puedo sobrevivir.

Seguimos hablando y bebiendo lo que quedaba de las botellas.

—¿Juan?

—Dime— me senté a su lado y apoyé mi cabeza en su hombro.

—¿No crees qué esto es extraño?

—Si te refieres a que estemos aquí juntos, bebiendo y sin una gota de sobriedad en medio de la noche te diría que sí.

Él y yo estábamos de acuerdo que nos encontrábamos en un estado de ebriedad tenaz, no sabíamos lo que decíamos y solo reíamos.

—¿Crees que deberíamos estar aquí?

—No lo sé...— respondío y vi cómo tomó mi mano para empezar a jugar con mis anillos.

—Juan...— quedamos frente a frente— ¿Crees qué en algún momento podamos hablar sobre lo qué pasó?— él asintió y volví a apoyar mi cabeza en su hombro.

Me daba pequeños besos y me gustaba esa sensación, me gustaba recordar los buenos momentos que pasamos en España. Sin embargo, llegó la lluvia y me hizo pensar que todo está mal, él no debió ceder y yo tampoco.

Corrimos a la puerta del edificio, subimos al ascensor y llegamos a su puerta.

—Debo dejarte aquí— le dije abrazándolo.

—Lo sé, hablamos después— me dejo un pequeño beso en la frente.

Me aparté y me fui.

Cómo seguía lloviendo busqué mi teléfono y llamé al primer contacto que vi.

¿Aló? ¿Nathalia?

—Hola...mi voz no ayudaba mucho.

—¿Qué pasó mi niña?

—Acabo de tener un "lindo momento" con él... Recordé todo lo que sucedió y...

—¿Se supone qué esta mal?

—¡VERÓNICA, CLARAMENTE ESTÁ MAL! No he hablado nada con él por estar ebria, la verdad no sé cómo te estoy llamando...

—Tranquilízate, Nathalia, escúchame con atención.

Ajá claro, en este estado no podré.

Eso solo pasó porque tú estás ebria...

—Estamos— corregí.

Ustedes estaban ebrios y sintieron que en este momento los dos eran vulnerables, por eso pasó, porque sus mentes no pensaron pero su corazón sí.

—Gracias por ser psicóloga.

—Gracias a ti por llamarme, me encanta escucharte.

—Pronto te visitaré mi niña, debo colgar.

—Te espero, te amo, adiós.

Llamada terminada.

Se terminó la llamada y me sentía mal.

Solo quería estar en mi cama durmiendo plácidamente y suponer que nada paso.

Decidí hacer otra llamada, solo esperaba a que me recogiera alguno de mis amigos.

•••


Nota del autor: Creo que todo resultó mejor de lo esperado y me alegra que puedan ser amigos.

Les quiere, Natalia.

ROZAGANTE | Juan Pablo Isaza P.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora