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Dante

Despertar con Ruth a mi lado, fue la imagen más perfecta y maravillosa que jamas olvidaré.

Esa misma noche descubrí el verdadero placer, uno el cual nunca tuve la oportunidad de sentir. Si pudiera describirlo con alguna palabra, simplemente diría perfección.

Ruth estaba tan perfecta, consumida por aquel deseo incontrolable de querer juntar nuestras pieles para formar uno solo, sus suspiros excitantes era algo que quería recordar en mi memoria para siempre.

No quería salir de aquí, solo deseaba quedarme en la cabaña rural, acurrucarla en mis brazos y sentir que nada me falta. Como ahora por ejemplo, aquí tumbado en una cama con sabanas blancas y con Ruth a mi lado, con sus pelos alborotados y durmiendo plácidamente me sentía completo. Por primera vez en mi vida me sentí completo, sentí que nada me faltaba si estaba ella a mi lado.

Ella dormia, no tenia intención de despertarla, de echo, no quería. Porque sabia que si lo hacia ella querría marcharse a solucionar las cosas, y lo que ella no entiende, es que a veces las personas necesitan un poco de paz y tranquilidad, dejando atrás todo ese estrés que nos consume por dentro.

Me levante lo más cuidadoso de la cama, sin hace mucho ruido y sin hacer ningún movimiento brusco. Recorde el estado de delgadez en el que estaba Ruth y lo primero que quise fue alimentarla, quizá ella no lo note demasiado, es su cuerpo y tal vez se siente igual que siempre. Pero yo no lo veía así, ahora Ruth esta junto a mi, así que yo me encargare de que desayune como es debido.

Hace tiempo hice algunas compras, compre toda clase de comida, bueno, más bien las robe. No trabajo en nada, no tengo apenas nada de dinero y en ese momento no se me ocurrió otra cosa que no fuese llevármelo a cuenta propia. Cuando pueda les devolveré lo que es debido, mientras tanto, me pondré a disfrutar de estos manjares.

Recorde una de las recetas que tanto le gustaban a Ruth: las tortitas con fresa y nata, junto con un poquito de chocolate. Lo recuerdo a la perfección, Margarita siempre nos llevaba junto a ella y unas hermanas más a hacer tortitas caseras, nos lo pasábamos en grande, aun tengo esa escena en mi memoria.

Margarita venía con una bolsa de la compra, en ella tenia; harina, huevos, leche y frutas para decorar y dar sabor.

Venid chicos, vamos a preparar tortitas —susurró como si fuera un secreto que jamas debía ser revelado.

En el orfanato no estaba permitido llevar a los niños a cocinar, a no ser que fuese una orden del superior, pero Margarita siempre venia a por nosotros para que pudiéramos pasar un rato juntos.

¿Sabes las típicas niñas que se enfadan por todo? ¿aquellas que a la mínima que les hacias algo, saltaban a la defensiva y te hacian algo peor? Bueno, Ruth era una de ellas.

Mientras yo mezclaba la leche con los huevos y la harina, un poco de polvo de esta cayó en su rostro, manchando la nariz de mi amiga toda de blanco. Ella puso sus ojos vizcos intentando mirar la cantidad de harina caída en su nariz, cuando lo consiguió, su reacción fue agarrar el paquete de harina que había en la mesa y mancharme de arriba abajo entero de aquel polvo blanco.

No comencemos en una guerra de comida de nuevo por que Margarita no lo permitió. Nos dio indicaciones y después de un largo rato conseguimos comernos aquellas tortitas de fresa juntos.

Una gran sonrisa apareció en mi rostro mientras terminaba las tortitas. Comence a escuchar algunos movimientos en la cama, provenían de donde estaba Ruth, ella se estiraba en la y se movía con agilidad. Eso solo indicaba una cosa: estaba por despertarse.

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