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Ruth

¿Quien era esa señora y por qué me conocía?

Al parecer Dante sabía a la perfección quien era ya que llevamos aquí como 20 minutos y se están contando toda su vida.

— ¿Y que es de ti Ruth?— pregunto la señora acariciandome la pierna.

—¿De mi?— la señora hizo un ruido de asensitimiento— Bueno eh...

— ¿Te llevas bien con tus padres?— preguntaba la señora intrigada.

Asentí— ¿Usted me conoce?

—Como no te voy a conocer si pase los mejores años de mi vida junto a vosotros— no era capaz de reconocer esa voz.

— Yo a vosotros no os recuerdo— de repente Dante me agarró de el brazo suavemente y me dirigió hacia la puerta.

— Bueno Margarita un placer volver a verla, pero debemos irnos— dijo Dante.

— Esta bien, espero que podamos volver a vernos y revivir buenos momentos— Dante río saliendo por la puerta y dirigiéndome a lo que parecía ser un coche.

— ¿Quién era esa señora?— ya dentro, empeze a ponerme el cinturón.

— Ves como no te mentí, esa señora paso toda nuestra infancia junto a nosotros— dijo esperanzado mientras me ayudaba a abrocharme el cinturón de seguridad.

— Lo siento, sigo sin recordar nada.

— Pronto me recordarás, o eso espero— dijo en un susurro.

Dante

Margarita entró en el mirador,  tranquila, asombrada de vernos juntos de nuevo.

Empezó a contarnos que fue de ella todos estos años.

Ella no se había percatado de la deficiencia de Ruth, pensaba que todo seguía como antes.

Pero no era así.

Varias cosas habían cambiado.

—Dante— la voz de Ruth me sacó de mis pensamientos — ¿podrias contarme algo más? Me gustaría intentar recordar algo.

En ese momento sentí algo, sentí que Ruth comenzaba a creer en mi.

—Sí por supuesto, ¿Quieres que te cuente anécdotas de pequeños?— le dije con ilusión y con una sonrisa a lo que ella asintió y mi sonrisa se agrandó.

— Bueno, una vez casi te echan de el orfanato, de pequeña eras un terremoto— ella sonrió— costó mucho encontrarte una familia que dejaras en su casa más de dos semanas ¿sabes?

— Sí, recuerdo que una monja siempre me regañaba por portarme mal.

— Esa monja era Margarita, la señora que estuvo antes con nosotros— le expliqué.

Escuche un portazo proveniente del mirador, como seguíamos en frente dentro de él coche podia verse perfectamente lo que pasaba.

El ruido había sido un portazo, estaba la puerta cerrada y por abajo salía sangre.

El miedo se apodero de mi cuerpo por pensar que Margarita seguía dentro y que algo malo le hubiese pasado.

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