10° *E*

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Dante

No se que pasó, pero los policías me llevaron al calabozo sin dejarme dar explicaciones.

Espero que Ruth no haya sido capaz de decir que yo fui quien le hizo esas heridas.

Un policía se acercaba a mi con pasos rápidos y abrió la puerta—Tiene derecho a una llamada, así que salga—me agarró por los brazos y me levantó.

No sé a quien llamar, no tengo a nadie, ni siquiera tengo abogado que me defienda.

Recordé cuando Ruth me dió su número de teléfono al obligarla a decirle que estaba todo bien.

Hize memoria y marque el número.

Un tono...

Otro tono...

Otro más...

Nadie respondía al teléfono, no sabía que hacer.

Hasta que al cuarto tono, la voz de Ruth sonó a través del teléfono.

—¿Quién es?—su voz estaba rota.

—Ruth—me aclare la garganta— soy yo Dante, necesito ayuda, por favor—eso ultimo sonó como una súplica.

—¿En qué quieres que te ayude?

—Necesito que me consigas un abogado o algo para sacarme de aquí, soy inocente.

—Haré lo que pueda, pero mereces quedarte una temporada allí —su tono cambio de repente.

Empezó a murmurar cosas que no entendía, parece que estuviera con alguien más.

—¿Qué? Si no te he hecho nada malo.

—¡Me secuestraste por dos semanas!— tuve que alejarme el teléfono de la oreja por el grito que dió.

—Le quedan 30 segundos de llamada— la voz del policía volvió a sonar.

—Ruth, buscame una ayuda y prometo explicarte todo, pero por favor sacame de aquí— dije y colge.

—Vamos, te llevaré a tu nueva celda— el policía me quitó el teléfono de mis manos y se dirigió a la puerta.

(...)

Al llegar me tocó una celda con dos personas más, uno era un chico y a su lado había una chica.

Los dos estaban completamente llenos de tatuajes de color negro, algunos mal formados.

La chica comenzó a acercarse a mi con detenimiento—¿Por qué estás aquí?

—Me han traído por un mal entendido, pronto saldré de aquí.

Suelta una risita que me incomoda—Todos dicen lo mismo y al final acaban pudriéndose aquí dentro—al decir eso las palabras de Ruth vinieron a mi mente.

Haré que te pudras en la cárcel.

La conozco y no creo que me deje aquí, no después de haberle salvado la vida.

—Estoy casi seguro que sí—trage grueso.

—Tu lo has dicho, casi, siempre hay una posibilidad de no salir—la voz del chico se hizo presente.

—Me llamo Emma, encantada—La chica me dio la mano en forma de saludo.

—Yo soy Fernando—hizo una pausa y suspiro— puedes llamarme Nando, me has caído bien.

—Yo soy Dante— les dediqué una sonrisa.

Vaya bienvenida más extraña.

Después de hablar un rato el ambiente se tornó incómodo, ellos dos eran pareja, y como toda pareja tienen sus discusiones, y como no, yo tenía que estar en medio.

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