Capítulo 34.

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El sonido de las teclas lo despertaron, intentó ignorarlo pero el ruido fue tan persistente que terminó por ceder; entreabrió sus ojos, encontrándose con la luz de un monitor proyectándose a una de las paredes de la habitación.

—Deberías descansar, el trabajo no va a huir —propuso un poco adormilado el pelinaranja.

Rukia se sobresaltó al escuchar la voz del varón. Se alejó de su computadora para acercarse a él y darle un beso en la mejilla.

—Estoy a punto de terminar, tú descansa.

Cuando se iba a alejar de Ichigo, él la detuvo tomándola de la muñeca. Se reincorporó hasta quedar frente a frente con la fémina: ella estaba vestida solamente con su blusa, en cambio él se encontraba completamente desnudo. Ante el espectáculo sensitivo al rozar con sus dedos la piel descubierta de Ichigo soltó un suspiro.

—Regrese a la cama, mañana le ayudo con lo que desee... presidenta —susurró la última palabra en el oído de la azabache, quién caía en los encantos de Ichigo paulatinamente.

—N-no-o gracias —logró salir del ensimismamiento. Le dio un beso en la quijada, retrocedió unos cuantos pasos, agarró el ordenador y en puntillas, salió de la habitación para dirigirse a la sala. Su intención había sido no causar problemas pero al parecer ni siquiera le permitió a Ichigo descansar plácidamente. Podía decirle el plan esencial para la junta sin embargo sabía que Ichigo los delataría con su actitud soberbia y egocéntrica: la intención era no llamar la atención.

Suspiró.

Pasó sus dedos por sus labios, después por su cintura, y desde lo más cálido de su corazón brotó una sonrisa. Se sentía feliz, demasiado. Su mente empezaba a divagar entre recuerdos de ellos pero se detuvo inmediatamente al recordar la investigación que realizaba en esos instantes.

Las horas pasaron y la luz del sol iluminó cada rincón posible; a pesar de eso, la habitación de Ichigo estaba completamente a oscuras, gracias a las cortinas especiales empero, fue despertado por la alarma de su celular. La primera imagen que acudió a su mente antes de abrir sus ojos color avellana fue el cuerpo desnudo de la azabache. El deseo de abrazarla se intensificó con cada latido de su corazón; extendió su mano intentando tocar a Rukia pero sólo él estaba en aquella cama. Abrió los ojos sorprendido.

Pasaron unos cuantos segundos más hasta que él recordó a la azabache trabajando. Suspiró aliviado, se levantó de la cama, se vistió y fue en busca de su novia.

Al ver el delgado cuerpo de la azabache dormido en el sofá y con unos papeles alrededor le dio risa. ¿A caso debía despertarla o dejarla que descansara por más tiempo? Ante esa interrogante, en su mente se formaban dos escenarios: el primero, ella podría molestarse con ella misma por quedarse dormida y después molestarse con él porque no la despertó para seguir trabajando o; segundo, despertarla y que ella se enojara con él por interrumpir su placentero sueño después de haber trabajado casi toda la noche

No tenía de otra, debía de arriesgarse.

Tomó valentía inhalando profundamente. La movió con ligereza, si por él fuera, la picaría con un palo para tener cierta lejanía y oportunidad de huir si hubiera escogido la opción incorrecta pero no sería romántico.

—Ey, Rukia —decía en voz baja, tenía miedo del reaccionar de la chica.

¿Y si la dejaba dormir? Se preguntó antes de seguir moviéndola. Sí, tal vez debía de hacer eso. Dio unos pasos hacia atrás cuando el siguiente pensamiento cruzó su cabeza. Ella es adicta al trabajo, me irá peor si no la despierto. Volvió a tomar valor para despertarla.

[+18] [AU ICHIRUKI] •El Niño Pequeño• BleachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora