Capítulo 31.

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Advertencia: puede contener escenas no aptas para menores

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—Ya se han demorado, ¿no lo creen? —preguntó Byakuya un tanto inseguro viendo de vez en cuando la entrada principal del templo. Su esposa lo tomó de la mano cariñosamente y pegó su cuerpo al de él.

—Están resolviendo cosas del trabajo, es normal que se tarden —Hisana le contestó con tranquilidad para transmitírsela. Byakuya la observó no muy convencido por la respuesta pero no podía hacer algo más y así acelerar su llegada; suspiró rindiéndose.

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Ichigo necesitaba un enorme pellizco en el brazo para comprobar que todo eso no era un sueño, sino la realidad. Poco a poco fue subiendo su mano por la espalda de la chica hasta llegar al cuello del kimono, jaló cuidadosamente de este para dejar al descubierto un pequeño trozo de la piel nívea de la fémina; sin poderlo evitar, soltó un suspiro excitante.

—Ichigo... —susurró el nombre del varón.

El pelinaranja trató de acomodarse entre sus piernas y ella trataba de abrirlas más, sin embargo la vestimenta tradicional limitaba los movimientos de su cuerpo. La frustración hacía que la excitación y el deseo mutuo aumentara. Por unos segundos pensaron en desvestirse pero eso implicaba volverse a colocar las prendas y Rukia no lograría ponerlas con la misma pulcritud.

Unieron sus frentes guiados por la desilusión de no satisfacer sus deseos carnales y mantuvieron por unos minutos sus ojos cerrados.

—Rukia ¿Puedo besarte? —preguntó Ichigo temeroso. Seguía sintiéndose en un sueño, cualquier paso en falso podría llevarlo al abismo de la soledad y el desamor. En su estómago había un remolino activando cada parte de su cuerpo para mantenerlo en alerta.

La azabache se separó de él para reírse cómodamente ¿por qué preguntó algo tan tonto? El actuar de la chica lo confundió. Ella se levantó del piso lo suficiente para poder poner su rostro a la altura del pelinaranja; pasó su mano por detrás del cuello masculino y lo acercó con fuerza a su rostro.

—Presidenta —corrigió seductoramente.

Sonrieron y sus labios se rozaron. Los milímetros serían reducidos a su todo en cuestión de segundos pero el celular de la fémina empezó a sonar. Rukia hubiera ignorado la llamada si no fuera por el tono del celular: era su padre. Sin demorarse más, se separó de Ichigo dejándolo un poco descolocado y contestó la llamada apresurada.

—Hola padre ¿todo bien?

Ichigo observó divertido a Rukia, en silencio se acercó a ella por detrás para rodearla con sus brazos y pegar su nariz al cuello de la chica.

Claro, ¿ustedes cómo van? Ya se han demorado demasiado —del otro lado de la línea se podía escuchar las voces de las personas.

—A-ah sí —sentir el aliento y la piel de Ichigo en esa parte del cuerpo tan sensible para ella, le causó cosquillas y no le permitió hablar bien. Lo agarró del cabello para alejarlo de ella —. Digo, ya vamos para allá. No te preocupes —respondió más tranquila mientras intentaba levantarse.

Esta bien... —contestó un tanto disconforme por la respuesta de su hija pero no estaba allá para saber lo que hacía. Iba a decirle algo más pero su primogénita le colgó.

—Mi padre estuvo a punto de escuchar algo que jamás escuchó en su vida —dijo Rukia un tanto alterada después de cortar la comunicación con su padre.

Ichigo no pudo evitar reírse por su travesura. Le divertía demasiado molestarla y ya habían pasado varios días sin ver aquel rostro de molestia adorable, porque ella tenía varios rostros para mostrar su enojo y de todos, ese era su favorito.

[+18] [AU ICHIRUKI] •El Niño Pequeño• BleachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora