Capítulo 27.

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Abrió los ojos lentamente, su cabeza palpitaba causándole cierto malestar y su estómago rugía a causa de la ausencia alimento en su cuerpo. Su habitación estaba en completa oscuridad. Removió las colchas, se levantó para encender la luz y de ahí abrió la cortina de la ventana: ya era de noche. Sólo el viento paseaba por los rincones de las calles con total libertad y las luces de las casas eran las guías.

Revisó su celular:

"01:34 AM"

No podía creer que se había quedado dormida desde la tarde hasta la madrugada. Tenía la mirada fija en la ventana pero sus pensamientos divagaban entre el pasado, presente y futuro; sin poderlo evitar, las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos violetas. Dentro de ella se sentía un enorme vacío pero esa sensación se la otorgó a la falta de comida. Se cubrió con una cobija y bajó hacia la cocina en completo silencio para no despertar a nadie, quería seguir manteniendo esa "paz" en la casa.

A pesar de repetirse constantemente que la sensación de vacío se debía al hambre, no paraba de llorar: las lágrimas caían como cascada definiendo las facciones de su rostro. Después, el viento soplaba y la temperatura de su cuerpo seguía descendiendo.

Cuando por fin llegó a la cocina, prefirió encender una vela en lugar de encender la luz pues seguía tratando de mantener un perfil bajo y no causar más alteraciones en la vivienda; buscó en el frigorífico algo para comer; cuando encontró algo que la satisficiera, fue a la estufa y esperó pacientemente a que se calentara lo suficiente. Los movimientos arrítmicos del fuego de la vela la hipnotizó por unos minutos, los cuales se sintieron segundos: sintió celos de la cera al tener cerca de ella algo que le diera calidez.

Sin poderlo evitar recordó el abrazo de Ichigo esa tarde en el bosque. El calor de su cuerpo casi la derretía. Los cristales líquidos, llenos de desconsuelos, cayeron hacia la mecha de la vela y apagaron la vivacidad de esta.

Si tan sólo pudiera regresar el tiempo...

—Ho-hola —saludó temeroso alguien desde la puerta de la cocina.

Lentamente Rukia levantó su mirada. El timbre de aquella voz varonil le recordó a una persona quien había estado a su lado durante mucho tiempo y ahora, más que nunca, lo necesitaba a su lado pero ahora se había quitado la piel de cordero y frente a ella estaba su verdadero ser.

—Kaien... presidente —llamó en un susurro, tal ves el viento se llevarían sus palabras y las llevarían al destinatario, la desventaja era que no sabía si podían viajar al pasado.

El varón molesto pero al mismo tiempo dolido por el nombre, caminó hacia ella para que pudiera apreciarlo mejor, a pesar de estar en su mayoría a oscuras ya que sólo se filtraba unos tenues rayos de la luz de la luna. Cuando se colocó en un lugar donde estos chocaran contra su cuerpo, observó detenidamente a Rukia. Sus ojos avellanas estaban ardiendo por la impotencia de no poder hacer nada: ella estaba frente a él pero si estiraba su mano tal vez la nívea figura desaparecería como polen arrastrado por el aire.

Estaban frente a frente con el corazón en llamas, la mente derrumbada y los ojos cubiertos por las lágrimas. Deseaban decirse miles de palabras, desde insultos hasta poemas pero sólo podían verse; estar uno con el otro. Sin poderlo evitar, se cuestionaron si ellos serían como el sol y la luna: deseándose, persiguiéndose, alejándose pero jamás juntos. En su infancia fueron Rukia Kuchiki y el niño pequeño o mocoso; después fueron nadie para luego volverse a encontrar y ser Rukia Kuchiki la ejecutiva exigente y Kaien Shiba el presidente; ahora eran dos desconocidos con la capacidad de romper sus esperanzas, de robar los suspiros, de desconocer la familia y el corazón.

[+18] [AU ICHIRUKI] •El Niño Pequeño• BleachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora