Capítulo 2.

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El joven Shiba se hizo a un lado para dejar que su empleada pasara al interior de su casa. En el recibidor Rukia se despojó de sus zapatillas blancas y, totalmente descalza, recorrió los pasillos del apartamento hasta llegar a la cocina. Su jefe en silencio la seguía, vigilando cada movimiento de la mujer de estatura baja.

La azabache caminó hasta la cava de vinos de su jefe y sacó un vino espumoso para depositarlo sobre la mesa e ir por unas copas. El pelinegro agarró la botella con cuidado para leer la etiqueta de esta, sus ojos se abrieron desmesuradamente al ver la selección.

- A ti sí que te gustan los vinos caros - dijo mientras devolvía el vino a la cava y agarraba otro menos costoso - Con este estaremos bien... - el joven Shiba quedó pasmado al ver el rostro lleno de lágrimas de Rukia.

En silencio devolvió el vino y agarró el que ella había tomado.

- Sin embargo creo que es la ocasión perfecta para abrir este vino ca-ri-si-mo. - mientras más avanzaba la frase, su reluciente sonrisa se iba desdibujando.

Rukia retiró las lágrimas salinas con el dorso de su mano y caminó lentamente hasta llegar frente a él. A una distancia realmente corta. Rukia inhaló y exhaló con lentitud.

Por más que trataba esa pequeña mujer de retener sus lágrimas no podía, sus piernas temblaban al igual que su labio inferior. Shiba al notar el estado de su amiga, tomó las copas que tenía ella en su mano, las dejó sobre la mesa y rodeó con sus fuertes brazos el delgado cuerpo de la azabache. Cuando sintió que ella estaba más tranquila, en un rápido movimiento, levantó a Rukia para cargarla como princesa.

- O-oye to-ton-to ¿Qué haces? ¡Bájame! - pedía Rukia, todavía con pequeñas gotitas en sus ojos, mientras pataleaba con toda la fuerza que tenía y le daba unos golpes en el pecho desnudo de su jefe. Shiba sonreía divertido.

- Silencio, se supone que los sushis no hablan. - contestó el pelinegro divertido. Rukia detuvo sus ataques al sentir la tersa y cálida piel de su amigo, su corazón se detuvo repentinamente para después latir con violencia.

- ¿Su-sushis? - el aire que todavía quedaba en Rukia abandonó su cuerpo cuando vio que su jefe la había llevado a su habitación y la estaba depositando espaldas a la cama. Shiba dejó a Rukia sobre el lecho, llevó sus manos hasta los hombros de la chica y las fue bajando lentamente rozando la piel nívea de Rukia, hasta llegar a las delgadas manos. Las agarró con firmeza y las llevo a los lados de su cuerpo.

Cuando el contacto se interrumpió entre ellos dos, Rukia liberó un pequeño gemido y Shiba tragó grueso al ver la imagen casi celestial de la mujer vestida de blanco sin embargo despejó sus libidinosas ideas y con rapidez envolvió a Rukia con una cobija negra como si fuera un taco, para después volverla a cargar y llevarla a la sala.

- ¡Oye! ¡Bájame! - pataleaba torpemente ya que a penas podía mover su cuerpo gracias al amarre de la cobija.

- Ya, ya. Tranquila mi rollito. - molestaba el chico de cabello negro con una sonrisa en su rostro. Cuando llegó al sillón la depósito en los cojines con cuidados y después se sentó frente a ella. - Dime ¿Qué ha pasado? - preguntó más relajado. Poniendo su antebrazo sobre el respaldo del sofá para encontrar un poco de soporte. Su torso seguía descubierto pero los dos ignoraban ese hecho.

- Pensé que me propondría matrimonio pero ... - de nueva cuenta, un nudo se formó en su garganta y sus ojos ardieron anunciando que más lágrimas saldrían de su delgado cuerpo - Decidió terminar con nuestra relación.

Shiba, al ver como las lágrimas salían de sus ojos, se acercó a ella y eliminó el líquido pasando sus dedos sobre su piel sin embargo más gotas brotaban de sus ojos, así que la abrazó con fuerza acostándose a su lado en el sofá.

[+18] [AU ICHIRUKI] •El Niño Pequeño• BleachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora