Capítulo 25.

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Ambas respiraban paulatinamente para tratar de moderar cada parte de su ser y evitar exaltaciones tan pronto, después de todo las dos eran adultas y sabían a la perfección cómo debían de comportarse. Pese a tratar de estar serenas sus manos nos dejaban de sudar y temblar. Deseaban encontrar una puerta imaginaria la cual las guiara a la solución y poder evitarse toda la parafernalia.

Habían pasado un poco más de cinco minutos sin que alguna de las dos pronunciara alguna palabra, sentían que si abrían la boca, de esta saldrían cientos de quejas y reclamaciones con la misma intensidad de una cascada. Podían jurar que en algún rincón de la casa sonaba el tictac de un reloj sin embargo sólo eran sus corazones martillando su pecho con fuerza.

—Yo —dijeron al unísono, interrumpiéndose inmediatamente con la intención de permitirle a la otra continuar con su frase pero el silencio volvió. Hisana suspiró adoptando una postura relajada y pacífica frente a su hija.

—Debes de tener muchas dudas —trató de hacer contacto visual con Rukia sin embargo ella se mostraba reacia a mirarla, simplemente no podía aceptar que su madre estuviera justo frente a ella, igual de hermosa.

La fémina menor podía reclamarle por la ausencia de estos años, hablar sobre su sufrimiento, las batallas que tuvo que enfrentar ella sola porque su madre no estaba ahí para ayudarla, explicarle sobre la existencia de un enorme hoyo en su pecho por la ausencia y rabia al recordar aquella tarde en la cual se fue sin considerar sus sentimientos. Todo eso había sido injusto, no podía verla a la cara porque estallaría de la rabia y tristeza. Apretó sus manos contra sus muslos para agarrar valor.

—¿Por qué? —dijo casi susurrando. Cuando quitas la costra de una herida suele doler más de lo normal, incluso duele más que la primera vez que uno se lástima de forma involuntaria y esporádica. Trataba moderarse sin embargo se le complicaba; las lágrimas no tardaron en aparecer —¿Por qué decidiste irte si sabías que te necesitaba? —la rabia se impregnó en cada una de las palabras atravesando a Hisana hasta lo más profundo de su ser.

Hisana sabía que, independientemente de las palabras pronunciadas, el daño ya estaba hecho; ahora era cuestión de construir el futuro con unas bases más fortalecidas a las anteriores. Las palabras son fáciles ejecutoras de sueños esporádicos pero las acciones son la fuerza omnipresente del ser humano a través de las generaciones. Su madre sabía a la perfección las decisiones tomadas a lo largo de su vida y sólo ella podía comprenderlas en su totalidad, así como cualquier persona en este mundo.

Le fue imposible reservarse sus lágrimas al ver a su hija llorar frente a ella cubriendo su corazón como toda una guerrera, después de todo ahora eran unas desconocidas.

—Hija tu... —hizo una breve pausa tratando de contenerse y que el llanto no interrumpiera su breve discurso — Rukia, tú jamás me necesitaste porque...

—Claro que te necesitaba, eres mi madre —se limpió coléricamente las gotas salinas, las cuales se deslizaba por su rostro como gotas descendiendo del cielo anunciando la aproximación de una gran tormenta —: te necesité cuando Orihime y yo dejamos de ser amigas; te necesité cuando terminé con mi primer novio; te necesité cuando cumplía otras de mis metas en la vida; te necesité cuando el abuelo murió — el tono de su voz fue disminuyendo conforme enlistaba cada una de las situaciones.

Le rompía el corazón ver a su hija en este estado, no podía evitar sentirse culpable de su ausencia pero sabía a la perfección sobre las necesidades de la familia en ese tiempo: claro los tiempos habían cambiado pero nadie podría modificar el pasado, ni siquiera Dios.

—Tú no me necesitas, sólo me querías en esos momentos.

—¡Para mí sigue siendo lo mismo! Estaba vulnerable y en ningún momento estabas tú para protegerme.

[+18] [AU ICHIRUKI] •El Niño Pequeño• BleachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora