Capítulo 30.

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Los días habían pasado tranquilos, las banderas blancas se habían levantado entre ambas familias. Nadie tocaba los temas en cuestión, por lo tanto preferían charlar de temas triviales.

Ahora todos se preparaban para la ceremonia de fin de año. Habían planeado ir al templo para desearse lo mejor, consultar su suerte en el dinero, la familia y en el amor. Así como una celebración los podía unir de maneras sorprendentes también los podía separar; un arma de doble filo la cual todos estaban dispuestos a usar.

A solicitud de Hisana, Masaki y Nanao la estaban ayudando con su kimono, de ahí se ayudarían entre ellas; en cuanto a los varones, ellos también se ayudaban mutuamente; los niños serían ayudados por sus padres una vez que ellos terminaran; respecto a Rukia, ella descansaba plácidamente en su habitación viendo vídeos de perritos.

Ella sabía que asistirían al templo sin embargo tenía un pequeño problema.

De pronto, alguien tocó a su puerta. Perezosa se levantó del piso para abrir. Había esperado que sus tíos, su padre o Ichigo fueran quienes tocaran la puerta pero jamás a las pequeñas Kurosaki con sus kimonos perfectamente doblados, en su rostro un adorable gesto en solicitud de ayuda. Sus palabras se esfumaron por unos instantes al mentalizarse que había sacado rápidas conclusiones al respecto.

—Kia-chan, queríamos saber si nos ayudabas a ponernos nuestro kimonos —pidió cortésmente Yuzu.

—Exacto, no tenemos ni idea por dónde empezar y ya nos cansamos de esperar a nuestros padres —ahora externó Karin.

La adulta solo pudo asentir con la cabeza. En compañía de las jóvenes, se dirigieron a su habitación, durante el trayecto Rukia trató de hacer memoria y recordar cómo demonios se ponía un kimono, ni siquiera recordaba los nombres de cada una de las prendas que esta llevaba. Por unos instantes pensó en buscar en internet sin embargo estos siempre marcaban algunos procesos incorrectos o no se lograban apreciar los detalles, además había dejado su celular en su habitación.

Ambas adolescentes se hincaron, frente a ellas colocaron los kimonos y esperaron pacientemente a que Rukia les dijera qué hacer pero los minutos pasaron y la chica de ojos violetas solo veía los kimonos con extrañeza. Luego tomó el kimono de Karin y fue revisando cada una de las telas dobladas. Ninguna le daba un pista de dónde empezar.

—¿Qué no va primero el juban?—preguntó Karin al ver qué tomaba la tela de Obi.

—Al parecer sí saben, son muy inteligentes—contestó Rukia algo abstraída. Ahora tenía una pista, debía de empezar poniéndoles el juban sin embargo no sabía cuál era.

De repente, tocaron la puerta de la habitación: las chicas no esperaron a que esa persona se presentara, sólo gritaron "adelante". Para la salvación de las jóvenes, era Ichigo, Masaki y Hisana, quienes habían ido para ayudarlas con su kimono. Los adultos se sorprendieron un poco al encontrarlas en compañía de Rukia, quién veía las telas detenidamente, como si estás le fueran a decir cómo iban acomodadas.

—¿No sabes poner un kimono? —preguntó Ichigo un tanto divertido al ver a la fémina.

—La última vez que usé uno fue cuando tenía diez años —contestó la fémina desganada al sentirse vencida por unas cuantas telas y una absurda tradición japonesa. Se giró para ver al pelinaranja y frente a ella se encontró a un bello adonis vestido con ropas orientales, trató de no salivar en ese instante por lo que decidió desviar la mirada, adoptando una postura de ofensa, sólo para disimular.

Todos se rieron por la declaración, era anormal que un japonés no supiera cómo poner una prenda tan tradicional pero en parte comprendían la situación de la chica. Dentro de Hisana volvió a brotar su sentimiento de culpabilidad. Carraspeó para llamar la atención de su hija pero no fue suficiente con eso por lo tanto decidió usar una actitud más cortante y mandona.

[+18] [AU ICHIRUKI] •El Niño Pequeño• BleachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora