Capítulo 27

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Capítulo 27:
¿Síndrome de Estocolmo o amor verdadero?

Martes. 24 de marzo, 2020.

Dafne.

Doy vueltas en la cama sin parar. Trato de volverme a quedar dormida pero no puedo. Yo sólo quiero seguir durmiendo.

Ha pasado sólo una semana y todo a cambiado.

No puedo salir de ésta casa, no tengo teléfono y si quiero bajar a comer tengo que usar hiyab lo cual me produce ansiedad porque no tengo cabello, ¿qué se supone que voy a tapar?

Yaviv, al igual que yo, no habla. Sus movimientos son monótonos, sólo viene a verme cuando me trae la comida, ya que me rehuso a comer en la misma mesa que Yasuf y Zidan Alabitt. Yaviv se levanta muy temprano, me trae el desayuno, se va, me trae el almuerzo, desaparece hasta la cena y luego se vuelve a ir.

Se va muy temprano y llega muy tarde. Aunque finjo estar dormida, escucho cómo se queja de cansancio, porque también duerme en el piso.

No quería que durmiera en el piso, pero desde nuestra última conversación, él decidió alejarse por su propia cuenta antes de que pudiera rechazarlo. No podía decir que no dolía, pero si lo agradecía. No quería tratarlo mal mientras en mi corazón sólo quería abrazarlo hasta que todo estuviera bien.

Al cabo de unos minutos, resoplo y miró al techo, aún acostada.

—Otro día en este estúpido cuerpo, en esta patética vida —digo a la nada.

—Buenos días para ti también, Dafne —murmura Yaviv mientras deja una bandeja con el desayuno en la mesita de noche.

Me sobresalto y abro mis ojos con fuerza.

No sabía que estaba aquí y tampoco sabía que respondería tan... amigable.

—Lo siento —digo aún asustada—. No te escuché.

—Ya lo veo —susurra mientras camina hacia la puerta.

Lo miro. Está más delgado y su semblante, cuando me saludó, estaba decaído. A pesar de que había sido nuestra primera conversación en una semana, sentí un terrible hueco en el estómago ya que estábamos en una misma habitación, pero a la vez, estábamos tan lejos.

Yaviv abrió la perilla de la puerta pero antes de irse, dirige su mirada a mi.

—¿Cómo sigue tu herida?

—Mejor —miento.

Mi herida.

La noche de bodas teníamos que tener sexo. Pero estaba seguro de que sería imposible, así que para evitar que su padre hiciera pruebas de ADN, Yaviv me recomendó hacer un pequeño corte en mi pierna. Tenía tanta furia que tome el cuchillo e hice una herida muy grande.

El pelirrojo manchó las sábanas con un poco de esa sangre y se la enseñó a su padre luego, me trajo vendas y medicamentos para curarme, pero mi ánimo ha estado tan decaído que no la he visto, ayer, cuando me fui a bañar, me dolió caminar y me hizo pensar que está un poco infectada.

—Si me entero que no te comiste el desayuno, dejaré de traerte comida —demanda aún desde la puerta.

—Mejor —respondo a la defensiva—. Así no me veré en la obligación de comer.

Yaviv me mira con severidad y cierra la puerta en un golpe brusco. Camina hacia mi pero antes de llegar a la cama en donde me encuentro, se detiene en seco.

Iba a regañarme, pero algo lo detuvo. Está titubeando en qué decir y eso hace que la comisura de mis labios suba, burlandome de él.

Levantó un ceja y él entecierra los ojos.

The family Delacroix ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora