Capítulo 32

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Capítulo 32:
La cara de la muerte.

Yaviv Alabitt.

—Traidor —gritó mi padre para luego darme una cachetada—, desleal —otra cachetada—, vendido —otra más—. Eres un miserable —ésta vez fue un golpe—, no mereces ser llamado mi hijo.

Escupí sangre y luego lo miré, trate de decirle algo pero me dio un golpe y luego otro, y otro, y otro más. En mi rostro, pecho y piernas. No hubo un lugar de mi cuerpo que mi padre no lo golpeara.

—Me alegra que estés con vida —digo cuando se detiene por falta de aliento—. Ya estás un poco viejo, abi*. Te casas muy rápido.

—Tienes razón —dice una voz a mis espaldas—. Pero yo no.

Mi hermano Zidan.

El mismo que estuvo torturandome durante meses con descargas eléctricas, me golpeó en la espalda con un bate, para luego caminar y quedar frente a mi.

Lo vi en sus ojos.

Ahí empezó la verdadera paliza.

Golpe tras golpe, insulto tras insulto.

Dolía.

La verdad que sí dolía.

Dolía que por una noche entera sufriera por ellos y me dieran ésta calurosa bienvenida.

—¿Tienes algo que decir ahora? —espetó mi hermano.

—¿Para qué hablar si no me creerán?

Mi padre me mira severamente, con los ojos entrecerrados.

Sus cuerpos no tienen ningún signo de haber sufrido una explosión y me felicito internamente por tener razón en todas mi conjeturas.

—Eres mi hijo. Te doy el beneficio de la duda.

Río amargamente, mi padre siempre será inteligente y arrogante, con ansias de poder y mucha autoridad.

Él cree que puede manejar mi vida porque le dí ese poder desde que nací, pero ahora, sentado en una silla, cansado de sus artimañas y con el cuerpo golpeado, dejé de temerle.

Por primera vez en mi vida, aunque estaba sangrando y me dolía cada articulación, Yusuf Alabitt no me causaba miedo, si quiera le tenía respeto.

Durante mucho tiempo me pregunté por qué Omer hizo lo que hizo y ahora lo entiendo, no es justo serle leal a un hombre que nunca me amará. Yusuf sólo me usa y sólo me quiere de su lado porque siente mucha autoridad sobre mi.

Ahora podía mirarlo a los ojos y no sentir una pizca de remordimiento por lo que hacía. Lo quería, pero no iba a permitir que siguiera viviendo la vida que vive. Él, aunque es mi padre, no merece mi lealtad y ni mi fidelidad.

Le di toda mi vida a un hombre que no merece más que estar en la cárcel por todos los delitos cometidos. Ahora, tengo a quien merece todo lo que puedo ofrecerle, porque ella me ama y eso es lo único que me importa.

No quiero ver muerto a mi padre, por lo contrario, quiero que viva y que entienda que no es el dueño del mundo, para que así pueda quererme tan sólo un poco.

—Jamás te traicionaría —miento—. Pensé que estabas muerto.

—Abi* —le dice Zidan—. Hay que...

Pero mi padre lo detiene haciendo un gesto con la mano.

Eso.

Ese poder que tenía mi padre sobre Zidan, ya no lo volvería a tener conmigo.

The family Delacroix ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora