12. MALDAD.

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~~JO~~

—¡Están muy caras! —exclamo cuando Marina se me acerca con intención de encontrarme algo.

—Descuida, te lo vamos a pagar.

—No, ¿Estás loca? La tela de estas cosas no es tan especial —le comento tocando un crop top, miro el precio—, ochocientos noventa dólares.

«Ay... Es una patada a mi pobreza» Se ríe ligeramente.

—No mires los precios conmigo, es de mala educación, tú coge cosas y déjame lo demás a mí —Pone su mano en mi hombro.

—No me voy a poner nada de esta tienda —le aseguro.

—¿Por qué señorita?, ¿Hay algo que no le guste? —me pregunta de inmediato una dependienta a mis espaldas.

«¿Desde cuándo está allí?» Me giro a verla un poco apenada.

—No, nada está mal con ustedes, soy yo, es muy caro para mí.

La chica me mira sorprendida y confundida.

—Pero uno de los señores que la esperan me dio una tarjeta negra para que pague lo suyo y lo de sus amigas, le daremos nuestro mejor servicio señorita —me muestra su mejor sonrisa.

Esto ya es pasarse.

—¡¿En serio?! —se cerciora Marina, casi puedo ver los signos de dólar en sus ojos—, pues vamos a por más —me jala con ella hacia las chicas que están reunidas a unos metros.

—No Marina, no vamos a ocupar su dinero —decreto firme en mi decisión cuando me suelta.

—Nathaniel va a pagar por nuestras cosas, así que aumentemos unas cuantas cosas... —les sugiere ignorándome por completo.

Las chicas chillan celebrando, Ana solo sonríe alegre.

—Vamos —la apoya Niden y empieza a mirar a su alrededor rápidamente.

—¡Chicas! —exclamo haciendo que al fin me miren atentas—. No vamos a utilizar su tarjeta.

Me miran exagerando caras tristes.

—Pero... ¿Por qué? —lamenta Marina.

—Porque no —le respondo tajante.

Parezco madre regañando a sus hijas, menos mal solo hay unas cuantas personas.

—Pero-

—Sin peros, me voy a comprar comida, las veo en el trabajo. —Salgo del lugar sin detenerme y bajo por las escaleras eléctricas en busca de algún lugar donde pueda encontrar comida, las personas me miran raro, algunos hasta me toman fotos. Me giro hacia los guaruras y se quedan quietos bajo mi mirada. Llaman mucho la atención.

—¿Tengo que preocuparme porque también me arruinen el comprar víveres? —exijo saber.

—Lo lamento señorita, pero el señor Nathaniel nos dijo que... —Levanto mi mano y se queda callado. «Paz interior»

—¡Maldición! —suelto exaltada—, dile a tu jefe que no necesito su maldito dinero —me doy la vuelta y continúan siguiéndome. Me trago las ganas de salir corriendo para perderlos entre la multitud que me observa detenidamente, es sofocante.

Entro a un lugar por cosas necesarias, pago con mi dinero y salen cinco fundas que llevo a la salida pero que me quitan los guaruras, los miro mal pero aun así no sueltan las fundas así que les dejo ayudarme. Me las dan cuando llegamos al auto, entro con ellas en la parte de atrás, el chofer se enruta al Gold.

LUMINISCENCIA (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora