11º La historia de Gerard (Parte 1)

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"Nací a finales de 1700 en Londres, Inglaterra. Mi familia era extremadamente pobre y por eso, cuando la viruela se extendió por toda Europa matando a miles de personas cada día, supimos que no teníamos oportunidad.

Un rayo de esperanza apareció cuando mi padre consiguió trabajo como cocinero en una embarcación que se dirigía a América, un lugar libre de la enfermedad. Por desgracia no teníamos suficiente dinero para comprar pasajes para mi madre, mi hermano y yo por lo que mi padre consiguió meternos a escondidas en barriles de patatas.

Dormíamos durante el día en una bodega donde se almacenaban los alimentos y salíamos durante la noche cuando todos dormían y no había riesgo de ser descubiertos. Me gustaba pasear por la cubierta del barco para mirar las estrellas, así fue como conocí a Lindsey.

La vi una noche, traía puesto un vestido negro, el cabello recogido y en sus labios rojos tenía un cigarrillo. Recuerdo que pensé que nunca antes había visto alguien tan pálido como ella.

Lindsey y yo nos hicimos amigos casi de inmediato. Todas las noches charlábamos y lo que más me gustaba de ella era que no le importaba que yo fuera pobre o un polizón en el barco, al contrario, le fascinaba la idea de tener secretos y a mi me gustaba tener a alguien con quien compartirlos. No le conté a Mikey o a mis padres que había hecho amistades con uno de los pasajeros, se volverían locos.

Llevábamos apenas dos semanas de viaje cuando el primer enfermo de viruela apareció entre la tripulación. No lo podía creer, habíamos huido de un país para evitar contagiarnos y sin darnos cuenta nos habíamos encerrado con la muerte nosotros mismos.

Al final del primer mes ya había muerto casi la mitad de los pasajeros y otro cuarto estaban enfermos. La Viruela se propagó como las ratas.

Cuando alguien moría todos los pasajeros se reunirán y organizaban un pequeño funeral, posteriormente el cadáver era arrojado al océano.  Mi madre fue la primera de mi familia en presentar síntomas, con el tiempo su cuerpo se llenó de llagas y presentó fiebres muy altas. Finalmente lloramos su muerte en silencio mientras observábamos su cuerpo perderse en las profundidades del Océano Atlántico.

Los tres los sabíamos, moriríamos antes de llegar a América y lo haríamos solos.

Mi padre falleció el segundo mes y Michael y yo esperábamos la muerte en silencio, ocultos en la oscuridad sabiendo que cuando nadie se haría cargo de nuestros cuerpos.

A pesar de la peste que inundaba el barco, Lindsay salía cada noche a encontrarse conmigo y siempre lucia radiante.

—¿acaso no tienes miedo de contagiarte?—le pregunté una noche cuando apenas había contraído la enfermedad. Le advertí que no se me acercará pero ella no hizo caso.

—La viruela no puede hacerme nada porque ya estoy enferma de otra cosa—dijo mientras prendía un cigarrillo.

—¿es contagioso?

—Es venenoso—dijo ella sonriendo y le dio una calada a su cigarro.

En ese momento no pude entender a lo que se refería y habría sido mejor que nunca lo hubiera hecho.

Estaba a punto de morir. Mi cuerpo estaba delgado, lleno de llagas y completamente deshidratado. Sabía que me había llegado la hora pero me rehusaba a morir atrapado en la oscuridad, así que me arrastré hasta la cubierta del barco, quería ver aunque sea por última vez las estrellas, la luz de la luna y sentir la brisa del mar en mi rostro.

El Vampiro de la Calle 37 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora