La cara de Adán palideció al ver mis ojos, los cuales se asemejaban al mismo color de los arándanos rojos. No tan intensos como el rojo sangre, ni tan oscuros como el granate; era un color que representaba mi propia esencia, la del fuego. Estaba casi seguro que podría ver, alrededor del iris el tono mandarina que, mezclado con el sangría, daba la impresión de que mi mirada estaba envuelta en llamas.
—¿Qué pasa, Adán? —murmuré, acortando la distancia, mientras él retrocedía lentamente con los ojos tan abiertos como platos—. ¿No decías que podías conseguir cualquier cosa? —sonreí con suficiencia, viendo como éste acababa de caerse de culo en el asiento—. A mí no me puedes conseguir... —le susurré con mofa.
—¿Eres...? —tartamudeó abrumado por lo que acababa de presenciar— ¿Cómo? ¿Cuándo?
—Verás... —empecé, dándole la espalda y dirigiéndome a su asiento, en cuanto cogí su cerveza la olí y arrugué la nariz. Olía demasiado fuerte—. Mañana no vas a recordar nada por todo lo que has bebido, así que voy a explicarte un poco lo que va a pasar esta noche.
—¡Lo recordaré! —gruñó, intentando recoger el orgullo que yo mismo le había resquebrajado por este giro inesperado.
—No, no lo harás —le corregí y aparté la jarra al lado del asiento—. En primer lugar, porque has mezclado alcohol, y mañana vas a tener una resaca horrible; en segundo lugar, porque por mucho que intentes demostrar esto... —moví mi mano frente a mi cara, creando círculos—, nadie va a creerte por muy alfa que seas o lo que signifique eso. Y, en tercer lugar...
Sin decir nada esbocé una sonrisa bastante siniestra, provocando que el rubio enseñara los dientes con bastante nerviosismo, hasta que finalmente se le escapó una risita incómoda.
—¿Y en tercer lugar? —me apremió para no dejarle en vilo.
—Yo me encargaré de que no lo recuerdes —destrocé la imagen sonriente para volver a mi gesto serio, ese que era mi sello de identidad—. Y no te lo tomes a mal, Adán, eres muy mono pero... —me levanté y me acerqué hasta tenerlo todo lo cerca posible, inclinándome hasta su oído— no me gusta que me mientan. Y tú eres un mentiroso muy descuidado.
—¿Qué dices? —expresó con voz trémula, mientras comprobaba que la piel de su cuello se erizó— Yo no mien...
—Mientes —le corté antes de terminar la palabra, lo que hizo que le agarrara del mentón y nos miráramos fijamente—. Esos ojos castaños son falsos, un engaño —con el pulgar acaricié su labio inferior, y seguidamente tragó saliva—. No sé lo que eres, aún no. Pero te aseguro que lo descubriré, sabré tu secreto, Adán.
Antes de que pronunciara alguna palabra le empujé hacia atrás e irremediablemente cayó de espaldas, aplastando las latas de cerveza. Tuve que cerrar los ojos por unos momentos, ya que comenzaron a arderme como brasas, lo que dictaminaba que no debía forzarme más en este juego tan arriesgado.
—¿Eres de alguna manada? —dijo tras de mí confundido, escuchando como el metal de las latas resonaban mientras se movía—. ¿Eres uno solitario? ¿Jeremy sabe lo que eres?
—¿Qué? —lo miré circunspecto, girando ligeramente la cabeza a un lado—. No sé qué quieres decir con ello, pero me valgo yo solo con mis problemas.
—Eres un Alfa, así que yo pensé... —inició, pero cerró la boca bastante contrariado— ¿O no lo eres?
—Escuchas muy poco, y hablas mucho —apostillé mientras me dirigí hacia la bolsa del rubio, quien comenzó a ponerse nervioso, tropezando por con sus propios pies cuando la tomé con la mano—. ¿Te preocupa que te vea lo que tienes en la mochila? —le miré con indiferencia, escuchando sus gruñidos— Lo tomaré como un no, porque se supone que soy tuyo, ¿verdad?
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𝕹𝚘 𝓢𝚘𝚢 𝓣𝚞𝚢𝚘
WerewolfPese a que Haim era un brujo con mucho potencial, eso no le hizo menos culpable del terrible accidente que le obligó a cambiar su vida por completo. Con su familia muerta, prácticamente fue empujado a trasladarse a Newburg con su padrastro para inte...