Capítulo 26. ¡𝙽𝚘 𝚑𝚞𝚢𝚊𝚜 𝚍𝚎𝚕 𝚙𝚛𝚘𝚋𝚕𝚎𝚖𝚊!

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—Adán... —murmuré con suavidad, mientras los latidos me golpeaban con crudeza dentro del pecho, recordándome que las mariposas volvieron a renacer pese a ignorarlas. No morirían tan fácilmente, como la insistencia del rubio— No me hagas esto, por favor.

—¿No tienes ganas de besarme? —dijo en voz baja, mientras se mordía el labio. Me estaba tentando, y de la forma más descarada posible— ¿No te apetece volver a sentir ese ardor cuando estábamos en tu habitación, sin que nadie nos interrumpiera?

El alcohol le estaba haciendo decir tonterías, y estaba completamente seguro de ello. ¿O quizá no? Pensándolo con más detenimiento, no había bebido tanto como las otras veces y, en esta ocasión, está mostrándose algo más atrevido de lo que debería. ¿Estaría poniéndome a prueba, ver si era capaz de besarlo fuera de la protección de mi casa? 

—Esto está mal, Adán —tragué saliva con dificultad. Tenía que ignorar mirarle a los labios, porque sino le daría a entender que todo esto era una treta. Y lo decía completamente enserio, quería que solucionara sus problemas y no huyera de éstos, como si no fueran a provocar más—. Hazme caso por una vez en tu vida. Tienes que solucionar ese problema, sino harás que Kali crea cosas que no son.

—No, no está mal esto que siento por ti, Haim —cuando intentó besarme aparté la cara y lo hizo en mi mejilla, provocándole que ahogara un gruñido—. No me  has garantizado que serás mío cuando solucione este problema, y ya conoces el significado de mis propios sentimientos.

—Los hombres cobardes no me gustan —apostille, apartando sus manos con las mías, seguidamente de empujarlo un poco de mí—. Un chico con principios solucionaría sus problemas si de verdad le gustara alguien; y huir como un niño no es solucionar nada —fruncí el ceño y comencé a darle golpecitos en el pecho, de forma acusatoria, mientras él retrocedía y yo avanzaba—. No quiero niños, ni medrosos, ni esquivos... Tampoco me agradan quienes no cumplen con lo que prometen. Esa gente no merece mi confianza.

—Pero... —intentó decir, mas no se lo permití.

—¡No huyas del problema y no dejes a tus amigos de lado por mí! —dije en voz alta, comenzando a enfadarme—. Termina lo que empezaste, y no se te ocurra volver a besarme si esto sigue presente.

—Pero si no somos pareja oficial —expresó confuso por mi enfado, como si no me entendiera. O no me quisiera entender—. Sólo son palabras entre nuestros padres, y tanto ella como yo no hemos confirmado nada.

Salamándrou Dérma [piel de salamandra] —conjuré en su cara, haciendo que el rubio se alejara un paso hacia atrás—. No me obligues a calcinarte la piel otra vez, porque no estaré ahí para sanarte.

Comencé a andar para alejarme y, al intentar tocarme por detrás, escuché el quejido por parte de Adán. Tenía que haber aprendido la lección sobre lo que pasaría si me tocaba, aunque fuera un poco. No podía permitirle que hiciera lo que le diera la gana, y tampoco hacer que mi cuerpo intentara ponerme la zancadilla. Mis emociones no debían de anteponerse ante lo que era correcto y, esto, no lo era por mucho que mis reacciones internas intentaran ignorarlo.

¿Me gustaba? Sí. ¿Mucho? También. ¿Le quería? Esa pregunta no tenía respuesta todavía, y así debía de ser hasta que las cosas se normalizaran un poco más.

Y no paré de andar. Era mejor aprovechar esto antes de que se marchara.

—¡Haim! —me llamó en voz alta por la diferencia que nos separaba actualmente, lo que me hizo girarme y, en ese momento, sonrió de tal manera que mi corazón me pegó un buen gancho. Esa era la sonrisa que temía ver, la que me pondría automáticamente una cara de idiota, la misma que pondría él al verme con los ojos color sangría. Grande, ancha, con sus ojos marrones brillando como diamantes y en una posición segura de sí mismo—. ¡Nunca olvides lo que te dije ese día en tu habitación!

𝕹𝚘 𝓢𝚘𝚢 𝓣𝚞𝚢𝚘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora