Capítulo 39. 𝙴𝚜 𝚎𝚕 𝚏𝚒𝚗...

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Esto era una ironía, una terrible sátira que estaba presenciando frente a mis ojos. Era como si el destino estuviera gastándome una mala pasada, mostrándome que en ningún momento tendría un momento de paz; que no podía perdonarme con la muerte de mi familia. Me lo recordaría con estas llamas, las cuales se estaban propagando por la habitación más rápido de lo esperado.

Estaba en shock. Y tal era el punto que no podía recordar en qué momento mi cuerpo se movió solo hacia dentro, aguantando la respiración, e ir corriendo hacia el libro de mi madre (junto al de agua) que estaba entre la cama y la mesita. Lo hice rápido, mientras la abrasión del fuego intentaba alejarme del los libros que estaban sobre el escritorio.

No pude salvarlos todos, únicamente el de naturaleza y uno de los cuatro libros de Jeremy, porque luego la estantería perdió fuerza y cayó encima de la mesa, destrozándolo todo. Incluidas las flores en el jarrón. Ahí fue cuando mi consciencia tomó protagonismo, entre lágrimas que salían a causa del humo de color gris oscuro.

¡Dérma lávas! [piel de lava] —grité automáticamente, provocando que mi piel comenzara a soportar poco a poco el fulgoroso calor de las llamas, propagándose como demonios escapados del infierno, e incendiándolo todo.

¡Corre, corre, idiota! , pensé en mi fuero interno, pero costaba pensar. 

Metí los libros dentro de la bolsa y huí despavorido de mi habitación, cerrando la puerta tras de mí. Aunque de poco servía tener esta piel y cerrar mi cuarto. La casa se había llenado de humo y yo comencé a toser, sintiendo cómo me iba robando el oxígeno. Esta escena me estaba evocando a imaginar situaciones extremas, entre ellas un campo de guerra, donde la espesa humareda era una densa niebla que ocultaba a mis enemigos en algún lugar y, a mí, desnortándome para poder hallarlos. 

Mas esto no era una guerra, sino una realidad. Alguien había incendiado mi casa y me había encerrado dentro, y yo no sabía por dónde podría escapar. Ni siquiera podía llamar a alguien, pues mi móvil estaba encima del escritorio, y éste había sido destruido al caerse la librería. Y las flores, junto a la mayoría de los libros de Jeremy, habían quedado sepultados bajo las llamas.

Sentí ira, dolor y tristeza. Me habían arrebatado dos cosas que amaba con todo mi ser y me ayudaban a mejorar, pero el fuego no discernía de sentimentalismos. Todo lo que tocaba lo mataba, se lo llevaba consigo para plasmarlo en la memoria de los demás como un recuerdo, se lo tragaría como un glotón que le importaría poco que no quisieras que lo hiciera; y yo, ahora mismo, comencé a sentirme roto por segundos. 

Ira porque esas flores eran demasiado importantes para mí, pues eran regalos de Adán que me hacía feliz cuando quería darme un buen día. Dolido porque esos libros eran de Jeremy y, estaba seguro de que él los cuidó durante toda su vida, además de que yo amaba los libros. Y tristeza, porque no pude salvar nada de eso, sino que acabaron por arrebatármelos de mis brazos como pasó con mi familia.


Mientras tosía y tenía los ojos aguados, lo único que se me ocurrió fue meterme hasta el baño para encender todo lo que tuviera la posibilidad de sacar agua. Ahora mismo no podía pararme a coger un cubo  —o lo que fuera— para lanzarlos contra las llamas, así que haría que rebasara de su base y llenara la casa de agua. Con algo de suerte el fuego no pasaría más allá del piso superior, o como mínimo de las habitaciones.

Entré tan rápido que la puerta dejó una marca de la pared y, sin que nada me importara en todos estos momentos, comencé a abrir todas las clavijas; mas no salía ni una gota de agua, la habían cortado.

—Mierda... —chisté la lengua. Esto no era una broma, ni un simulacro, ni siquiera un susto por cualquier razón. Esto era un intento de asesinato, haciéndolo pasar por un desafortunado incidente doméstico—. Piensa, piensa... —murmuré, pues sabía que mis habilidades de agua no eran suficientes para apagar las llamas, sino las hubiera utilizado, aunque terminara por desmayarme—. ¡Las ventanas del salón!

𝕹𝚘 𝓢𝚘𝚢 𝓣𝚞𝚢𝚘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora