Capítulo 31. ¡𝙽𝚘 𝚎𝚜 𝚓𝚞𝚜𝚝𝚘!

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La vida nunca era justa para nadie, y a veces ésta le encantaba sorprenderte con coincidencias que rayaban lo surrealista. Como en esta ocasión, que estaba teniendo delante de mis narices y a pocos metros, aunque no quisiera creerlo, a mi padre. Ese que desapareció sin dejar rastro cuando yo tenía quince años, aquel que le dieron tanto por desaparecido como por muerto. 

Era él, y daba igual qué ropa vistiera o la forma que tuviera su cabello. También importaba poco los remates de la edad en su piel. Sabía reconocer a la perfección esos ojos azules con una característica muy específica; una pincelada de color verde oscuro en su ojo derecho. No conocí en mi vida a nadie que tuviera algo similar, nunca. 

Ahí podía verlo, cuando la luz de uno de los focos le daba en la cara, mientras cantaba una melodía con ligeros toques pop-rock.

Pero, ¿por qué tenía que aparecer, seis años después, cuando yo estaba en medio de todo este problemón que tenía que llevarse acabo? ¿No era más sencillo qué se encontrara conmigo, o que al menos me contactara, de alguna forma? ¿Por qué ahora?

Mi cuerpo se puso tenso y yo no podía dejar de mirarlo en el escenario, moviéndose de un lado a otro con micrófono en mano. Se le veía bien, contento. Sin embargo yo no lo estaba, sino que mis ojos comenzaron a humedecerse mientras el nudo de mi garganta presionaba mi nuez, en mi estómago algo similar a una piedra había caído desde algún lugar para aplastarme los intestinos, y respiración estaba entrecortada. 


Él no me había visto en ningún momento, mientras pasaba el tiempo. O al menos eso creía yo, porque no se me quedó mirando ni pareció aturdirse. Seguía moviéndose, cantando canciones que hablan de muchas cosas: El amor a largas distancias, el dolor de la pérdida de una familia, un camino hacia la superación, cambios en la vida de uno mismo, la felicidad de encontrar su camino en un lugar... Y la última que cantó; el amor de un hijo.

Le escuché atentamente todas y cada una de sus canciones, analizando las letras, e ignorando todo lo demás. No escuché los aplausos, ni los comentarios de Jeremy o las palmas cuando tocaba hacerlas, tampoco los silbidos y comentarios de algunas mujeres; a veces se metía por medio gritos de que se lo estaban pasando bien, y otras veces risas cuando algo pasaba. No me importó nada, sino que me quedé anclado en ese momento, ese lugar, ese presente... Las letras de las canciones a veces las podía aparejar con mis recuerdos, pero otras no. Habían detalles que se me escapaban, sobre todo de la última, que hablaba sobre los años de felicidad a su lado y cosas que hacían durante las tardes.

Una vez terminado el concierto, todos los sonidos me embistieron como una manada de bisontes, golpeándome a todos los sentidos que tenía activos. Los gritos, los silbidos, los halagos, los atronadores aplausos, el sonido de las sillas, las risas y comentarios de poco después... Todo se agolpó hasta dejarme aturdido. 

—¡Vamos, vamos! —apremió, Ada, divertida—. Tenemos que ver a Jareth, a ver si podemos tomar algo en casa. ¡Hace mucho tiempo que no nos vemos!

—Me parece una idea excelente, cariño —dijo Axel, quien me observaba con mucha atención, a lo que yo le devolví la mirada sin entender muy bien aquel cambio de actitud conmigo. Ya no se mostraba tan amable, sino más distante, y estaba estudiando cada una de mis reacciones cuando su esposa hablaba. 

¿Qué sabía él de todo esto? 

—¡Sí, vamos! —gritó mi padrastro con energía, levantándose de la silla tan rápido que se aturdió y volvió a caerse, desternillándose.

—Eres un ridículo —farfullé por lo bajo, aunque imité el gesto de los demás. 

Mantuve las distancias del grupo, aunque observando como chocaban sus manos con una sonrisa victoriosa. También vi como recogían sus cosas con ayuda de otras personas que habían subidas ahí arriba, y cuando Jareth miró a Ada su sonrisa se ensanchó al instante. Era normal. Esa mujer era un amor y era imposible que alguien le cayera mal, pues su personalidad era tan cálida como el agradable viento de la primavera; tierna, suave, amorosa y dulce. 

𝕹𝚘 𝓢𝚘𝚢 𝓣𝚞𝚢𝚘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora