Capítulo 5 : Max date por muerto

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Martes. Otro día, otra pesadilla.

No se en que momento me quedé dormida, lo único que siento es la voz de Bratt sunbandome en el oído.

—Allis, todo el mundo nos está mirando— murmura Bratt en mi oído y abro mis ojos poco a poco, terminando de despertarme.

—¿Mhh, qué?— balbuceo. No recuerdo en qué momento me quedé dormida.

Miro a mi alrededor y me encuentro a casi toda la clase mirándonos. Algunos cuchichean, seguro listos para esparcir el rumor. Me dormí sentada en el regazo de Bratt con mi cabeza apoyada en su hombro.

—¿Aún no llegó la profesora?

—No— responde.—Esta demorada o algo así.

Me levanto y vuelvo a mi lugar, delante de Bratt.

—¿Por qué me dejaste dormir?— me quejo notando que poco a poco, las miradas de mis compañeros vuelven a sus asuntos.

—Te veías cansada.

—Sí, con lo de la cena de ayer me dormí muy tarde.

La profesora de biología entra y todos se sientan. Pide disculpas por la demora, ya que el timbre sonó hace quince minutos y explica que tuvo problemas con uno de sus hijos.

A mitad de la clase, me canso de la explicación y pido permiso para ir al baño. Me entrega mi pase y salgo. Respiro hondo. No tengo planes de ir al baño, solo necesito salir de allí por unos minutos.

Divago sobre quedarme dormida encima de Bratt. Terminé sobre su regazo porque en esta clase, hay una chica que en la última semana, desarrollo una obsesión con mi mejor amigo. De vez en cuando me toca fingir que soy su novia para que chicas que el no sabe cómo rechazar, se alejen solas. No me es incomodo. Bratt, por poco es mi hermano. Nos conocemos hace años, tenemos una confianza que asusta. Yo puedo andar con las pintas más asquerosas, pedirle que me compre tampones, que me sostenga el cabello para que vomite y que me alcance un sostén si es que me lo olvidé y nunca se va a sentir incómodo. Lo hemos hablado mil veces para aclarar que lo nuestro es pura amistad. Somos la prueba viviente de que personas del sexo opuesto pueden ser mejores amigos durante años sin involucrar sentimientos.

Además es obvio que para el tampoco es incómodo. Me pide que le lleve condones a la casa de sus ligues cada vez que se olvida de comprarlos, bueno, sucedió solo una vez y fue incómodo escurrirme por la ventana de una casa para entregarle un paquete de condones. También aveces me pide que le elija la ropa, me abre la puerta de su casa en su peor estado, hay veces que lo tengo encerrado en el baño durante horas para que se le pase la borrachera, todos los cafés que le conseguí y las infinitas veces que lo cubrí con sus padres.

Mi caminata me deja en la secretaría.

—¿Qué se supone que haces aquí?
— inquiere la secretaria. Frunce el ceño. Escondo el pase del baño en mi espalda.

—Ehm, quiero hablar con la señorita Michaels— contesto. Es la consejera de la escuela, aunque hace un trabajo bastante pobre, es una buena excusa para perder horario de clase inventando problemas. Le fascina creer que realmente está haciendo un buen trabajo.

Entrecierra sus ojos sin creerme pero asiente. Me dice que tome asiento, que ahora está con otro estudiante pero que me verá apenas salga.

Le hago caso y sacó mi teléfono para entretenerme. Le envío un mensaje a Bratt para que le diga a la profesora que estoy con la consejera. No creo que le caiga bien que haya pedido permiso para ir al baño y probablemente me pierda el resto de su clase. De todas maneras, nunca me fue bien en su asignatura. No tengo nada que perder.

Un rato después, la puerta de la oficina de la señorita Michaels se abre. Me agarra por sorpresa que sea Max quién sale de ella. ¿Que tanta suerte tango? Corro la mirada para ignorarlo, pero él no resiste acercarse.

—Va a ser divertido verte seguido, Pecesito. Mucha suerte.

Frunzo el ceño. No entiendo ni una palabra que sale de su boca. Antes de que pueda preguntar, se va y la señorita Michaels se acerca a decirme que ya puedo pasar. Repaso sus palabras en mi cabeza, sin entender a qué se refiere.

Sacudo mi cabeza ligeramente y entro al despacho de la señorita Michaels. El aroma a lavanda inunda cada rincón de esta oficina que con todos los adornos colgados parece un escaparate de tienda. Esta sentada detrás de su escritorio, junto a una taza con el logo de la escuela.

—Allis, ¿qué te trae por aquí?— me pregunta haciendo un gesto con su mano para que tome asiento.

Eso hago. Me llevo bien con ella. Este es mi último año en secundaria, y llevo haciendo esto desde el primero. De cierta forma, ya sabe que esto es una excusa para escaparme de clases, pero no parece enojada al respecto. Creo que secretamente, disfruta nuestras conversaciones sobre la vida, el futuro y temas triviales.

Media hora después, estoy por preguntarle por la nueva profesora de arte (amamos el chismerio), cuando me detiene y me dice que ya es momento de que vuelva a clase. Bufo, sé que esto no puedo discutirlo. Me levanto de mi lugar y me despido de ella. Cuando estoy de camino hacia la puerta, dice algo que me hace girar.

—Y felicidades por unirte al equipo de porristas. Es bueno que hayas escogido una actividad extracurricular en tu último año. Va a lucir bien en tus aplicaciones de la universidad— sonríe.

¿Qué?

—¿Perdón?— inquiero confundida.—Creo que te has equivocado, no me uní a ningún equipo de porristas.

—¿No? Vamos Allison, no me hagas bromas. Estoy contenta de que puedas reemplazar a Verónica, tiene una lesión en el brazo y luce muy seria. El equipo realmente necesitaba a alguien para poder presentar...

—No, definitivamente no me uní. Recordaría eso.

Por Dios, recordaría vivamente si algún día pierdo la conciencia tanto como para anotarme.

—Esta firmado por ti.

—¿Qué?

—Pidele a Linda que te enseñe. Muchos éxitos en el equipo. Se que te gusta bailar, vas a ser una buena adición.

No pierdo ni un segundo y salgo disparada de aquella oficina y llego al escritorio de Linda, la secretaria del director, le pido que me muestre el bendito papel con la firma.

Voe la ficha detenidamente cuando me la entrega. Es mi letra, bueno no. ¡Pero es idéntica! Todos mis datos están correctos y finalmente mi difícil firma abajo de todo junto a mi aclaración. Me explica que es una copia, porque la verdadera inscripción la tiene la entrenadora.

—Esto es un error...— musito mientras termino de leer.

—No le es— responde Linda.—La dejaron aquí por usted.

—No, es un error— sigo insistiendo.

—Allison, no hay vuelta atrás— explica ella.—Una vez entregada la ficha con los datos no hay nada que se pueda hacer. Además, por lo que se, el equipo está en aprietos y necesita a alguien más.

La ira se apodera de mi cuerpo.

¡Ahora todo cuadra!

Max Taylor date por muerto.

Nota:

Hola mis amores espero que les guste este capítulo tanto como a mi, esperaré ansiosa sus comentarios sean buenos o malos. Acepto cualquier tipo de comentarios, recordándoles que sean no ofensivos.

I love you 💙💚.

Un amor inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora