Capítulo 38: El comienzo de algo malo

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Escuchar los grititos de mamá y Nina era algo que había estado evitando. Las dos se comportan como quinceañeras mientras estoy sentada en el sofá de la casa de los Taylor, al lado de Max.

—Esto es...— anuncia mamá calmándose. Hace un raro movimiento con sus manos y toma aire.—Vamos a buscar un poco de vino— es lo único que dice.

Nina y ella se dan la vuelta para ir a la cocina. Apenas desaparecen de nuestra vista, dejo escapar todo el aire que tenía contenido desde el momento en el que mamá dejo caer su portafolio. Pero Max tenía otros planes, de un solo tirón por mi cintura, hace que me siente en su regazo.

Me sorprendo por su reacción.

—Max— le doy una rápida mirada a dónde se fueron mamá y Nina. Podían volver en cualquier momento y aunque ya sepan, solo sería como echarle leña al fuego.

—Pecesito— dice mirando casa esquina de mi rostro.

Me muevo incómoda en sus piernas hasta que recuerdo cómo los flashes de una cámara lo que sucedió esa noche cuando hice algo parecido y me detengo.

—Inteligente— es lo único que dice Max.

Niego con diversión.

—¿Qué haremos?— pregunto luego de echar una rápida mirada al pasillo. Parece que la elección de vino toma su tiempo.

—¿Cómo "Qué haremos"?— dice.—Es bastante obvio, nos han descubierto Pecesito, no entiendo.

—Es complicado— digo en un suspiro. ¿En dónde vive que no capta nada?

—Lo sé, no te frustres— con la mano que no estaba apoyada en mi cintura, acaricia mi rostro muy levemente.

Son esas pequeñas cosas las que me vuelven loca.

Lo miro a los ojos y solo puedo verme a mí cayendo más y más profundo en su hechizo. Espero no tener que volver a subir repentinamente. De verdad quiero que esto funcione. Aunque también se que es pedir mucho. Con Max nunca se sabe. Un día es sí, otro día quizás y otro no.

Quitándome de sus ojos, un fuerte estruendo hace que me sobresalte e inmediatamente me baje de las piernas de Max. Llevo en un rápido reflejo la mirada hacia la conexión entre la cocina y la sala de estar. En le suelo hay pedazos de lo que parecían ser copas de vino. El vino tinto tiñe el suelo y mientras veo como contrasta con el cristal, mamá y Nina no pueden evitar sentirse emocionadas otra vez.

Tengo ganas de irme ya mismo.

¿Es que tienen manos de mantequilla o simplemente no saben digerir noticias?

—¡Por Dios!— exclamo y miro a Max en busca de algo de algo de apoyo, pero solo me devuelve una mirada de diversión.

¡Le hacía gracia todo este asunto!
¡Genial!

                           
                               ***

—¿Oíste que el equipo de lacrosse paso a cuartos de final?—pregunta Bratt mientras se sirve sus cereales. Mi mejor amigo se había auto invitado a desayunar en mi casa, no me quejo para nada. Me hace compañía ya que mamá solo grita y Emily tiene sus auriculares puestos para ignorarme. Casi no la veo.

—¿Enserio?— pregunto intentando mostrar interés.—Que bien por ellos.

—Y las porristas— agrega él.—Lila me...—

—¡Tú novia bebé!— exclamo recordándola. Bratt pone sus ojos en blanco. Odia que lo molestemos con las diferencias de sus edades aunque no sea casi nada pero me sale del alma. Claro, al igual que a Megan y a Elliot.

Un amor inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora