Capítulo 30: Dos chicos de un solo tiro

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La luz que se cuela por la ventana me golpea en el rostro cuando acomodo un poco mi cabeza contra la almohada. Abro mis ojos poco a poco y arrugo mi nariz, intentando acostumbrarme a la luz.

Y es cuando me alarmo.

Noto que no estoy en mi habitación, menos en la de mi mejor amiga. Las persianas se encuentran abiertas y la luz que entra a mi habitación se vuelve insoportable. Intento moverme, y es cuando percato unas fuertes manos que me abrazan por mi cintura.

No...

Giro bruscamente, encontrándome a un castaño desconocido. Tiene el pelo desordenado, va sin camisa y con unos simples shorts de deporte. Deduzco que tengo su camisa puesta...

Juro que más nunca voy a beber en mi vida.

Pequeños destellos de ayer aparecen en mi cabeza cuando empiezo a reconocerlo.

Yo bailando con Megan, jugando a ese estúpido juego, un pelirrojo que se llama Bennet y finalmente yo, besando a Josh. Estoy segura de que no hemos hecho nada porque tengo mi ropa puesta y no me siento diferente. Un dolor punzante en mi cabeza aparece por intentar recordar. Ni siquiera recuerdo cuánto he bebido, ni porque no estoy inconsciente ahora mismo.

—Josh— murmuro en voz baja y lo muevo con mi brazo. Este abre sus ojos poco a poco, como lo había hecho yo en un principio. Me mira y parpadea un par de veces, intentando acostumbrarse a la luz que se cuela por su ventana. Se sienta en la cama y pasa una mano por su caballo, aún adormilado.

—Uh, hola— musita.—¿Qué hora es?

Me alzo de hombros y busco mi celular, el cual estaba guardado en la cazadora que tenía puesta anoche. La encuentro en una esquina de la habitación. Veo que son las once de la mañana, y luego la cantidad de llamadas perdidas de Megan.

Lo contesto que hora es a Josh mientras se vuelve a tirar a la cama. En eso, me apresuro a devolverle la llamada.

—¿Uh?— contesta cuando me atiende. Al parecer, dormía.

—¿Donde estás?— le pregunto cerrando mis ojos con fuerza. Mi cabeza me duele como mil demonios.

—En casa, idiota. ¿Dónde estás tú?

No sé cómo habrá hecho para llegar en el estado que estaba.

—Sigo en la fraternidad— le explico en pocas palabras y le doy una fugaz mirada al castaño a mi lado.

Megan suspira.

—No me digas que te has enrollado con...—

—No me he enrollado con nadie— la interrumpo y Josh larga una risotada a mi lado por mis palabras. Lo fulmino con la mirada.

—Allison Johnson me dices ya mismo quien...—

No dejo que termine su amenaza de muerte y finalizo la llamada. Pongo el teléfono en silencio y lo dejo que suene en silencio en la mesita de luz.

Me recuerdo otra vez en la cama, sintiéndome abatida. Josh se encuentra a mi lado con su celular.

—Supongo que debo irme— digo parándome luego que siento que he recuperado fuerzas. Noto que alguien, probablemente Josh, me ha sacado los zapatos anoche, cosa que agradezco. Los encuentro al lado de la cama y me los pongo, maldiciendo. Podían ser muy bonitos, pero matan... Cuando estoy por quitarme la camisa para devolvérsela, Josh habla:

—Quédatela. Te queda genial— me guiña un ojo.

—Pero...—

—Luego me la devuelves— dice simplemente y le sonrío.

Un amor inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora