Capítulo 19: Que nos llevemos bien es un juego peligroso

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—¡Emily son las seis de la mañana!— le grito pidiendo la paciencia por completo. Vuelvo a cubrirme hasta el cuello con el edredón y cierre mis ojos.

La oigo resoplar cansada.

—No me hagas llamar a Max.

—No me interesa— espeto con toda la sinceridad del mundo.

Mi hermana sale de mi habitación, dejándome en paz de una buena vez. Dios, al fin. Necesito dormir mínimamente, diez horas más. Fue mala idea ver un maratón de la cuarta temporada de Riverdale (la mejor por cierto). No me arrepiento de nada, pero estoy pagando la factura.

Estoy volviendo a conciliar el sueño cuando la puerta vuelve a abrirse. ¿Emily no va a cansarse nunca?

Espero paciente a que hable, pero en vez de su voz, siento un liquido helado filtrarse por el edredón y llegando a mi cuerpo.

Abro los ojos de golpe y salto de la cama, sintiendo el cuerpo congelado.

—Hora del baño, Pecesito— oigo a Max hablar en su usual tono burlón mientras sostiene un balde vacío.

Le grito, como de costumbre.

Algún día mis cuerdas vocales de romperán de tanto esfuerzo, pero mientras sea por gritarle a Max, no me molestaría que se rompan.

No le interesan mis insultos y me lo demuestra cuando se gira y se va de habitación dejándome que hable sola.

Suspiro de la frustración. Mi cama está toda mojada y yo completamente despierta, imposible que vuelva a dormir.

Me arrastro hacia mi baño, dejando un camino de agua. Cada vez que pienso que no puedo odiar más a Max, la vida me sorprende.

Rápidamente tomo una ducha para calentarme. Al cabo de algo así como cinco minutos estoy lista.

Hoy es domingo por la mañana, esto significa que partimos hacia la casa de vacaciones que tiene mi padre en San Bernardino. Es solo una hora y media de viaje en auto pero aún así, es una hora y media soportando al idiota, porque mamá y Nina insistieron en que vayamos en el mismo auto.

Me visto rápido con la ropa que prepare ayer y bajo con mi maleta ya terminada de armar. Abajo, ya todos me esperan.

Mamá me dedica una sonrisa y noto su mirada de aprobación a lo que tengo puesto, porque estoy estrenando unos pantalones de su última colección y los combiné con una blusa a la perfección. Cómodo, pero nunca fuera de moda.

—Bueno— dice Nina viéndome bajar las escaleras.—Ya es momento de que se vayan. Y recuerden, portarse bien.

—En especial, Allison y Max— recalca mamá. Ruedo mis ojos.—No se maten.

—Yo puedo mantenerme en línea, tía Clara. ¿Allison? Pff.

—En la única línea en la que puedes mantenerte es en una de cocaína— espeto aunque nunca lo haya visto cerca de las drogas. Me sirvió la respuesta en una bandeja de plata.

Está por responderme— veo que estamos con muchas energías para ser tan temprano,—pero Nina presiona con que es momento de que nos vayamos.

Dios. Esto parece un plan para deshacerse de nosotros cuatro por una semana.

Nos despedimos con un abrazo y ellas, como siempre arman todo un drama, como si estuviésemos yendo al otro lado del mundo a vivir.

Es solo una semana con el idiota, la parejita del siglo, mi papá, su nuevo hijo de dos años que... creo que se llama Mateo... O Dylan, no lo tengo muy seguro y su esposa, ¿Elisabeth, creo? Una rubia que ni sé si me cae bien o mal porque casi no he hablado con ella.

Un amor inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora