Capítulo 40: Los problemas sin sentido

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Prepárense para lo que se viene, besos.

¿Max siéntate? ¿Qué?

Observo a todos con desconfianza. Y básicamente le grito con la mirada a Alan por explicaciones, pero evita a toda costa mis ojos. Ashly y Gema miran con diversión a Sam y Chris se siente muy incómodo.

—¿A qué juegas, Samanta?— pregunto cansado mientras la miro, ya dando por hecho que es un juego.

—No juego a nada— dice algo más seria.—Tengo que hablar contigo.

—¿Y que con el resto?— les doy una mirada rápida.

—Testigos— es lo único que responde.

¿Testigos? Está bien, vamos a tomar asiento. Me siento a un lado del sofá ya que del otro lado esta Alan. Que coincidencia que este justo al frente de Sam. Inconscientemente mis ojos se van a su estómago pero quito rápidamente la mirada. ¿Será esto sobre el bebé?

—Si podrías apresurarte...— murmuro chequeando la hora en el reloj que descansa en mi muñeca izquierda. Casi las diez de la noche y de verdad quiero ver a Allison.

—Tranquilo, no tardará mucho
—hace un gesto como quitándole importancia al asunto pero a juzgar por la situación, es bastante importante.

—Déjate de juegos y ve al grano—me sorprende oír a Gema, la cual comienza a lucir aburrida por los juegos de película que da su amiga.

Sam asiente y noto un pequeño destello de nerviosismo correr por sus ojos.

—Max, necesito que volvamos a estar juntos.

Allison.

Salgo del baño con una toalla envuelta en mi cuerpo y otra en mi cabello. Nada mejor que un baño para finalizar el día. Y de verdad que estaba cansada. Amo a mi madre y pasaré el tiempo que sea necesario con ella, pero eligió el mejor día para llevarnos a Emily y a mí a comer. Pensaba solamente comer una porción de pizza e ir directo a la cama, pero resulta que nos tuvo charlando por horas. No me quejo de eso, de hecho fue una cena divertida.

Me despido de toalla y en mi vestidor, me pongo ropa interior y un cómodo pijama que consta en pantalones cortos y una blusa  de tirantes. El calor comenzaba a hacerse presente en California y debía decirle adiós a la ropa de invierno.

Luego de pasar quince minutos batallando con mi cabello para peinarlo, me acuesto en mi cama y me quedo mirando mi celular. Ya son casi las once de la noche y llámenme loca pero extraño a Max. Y llámenme humana, pero luego de nuestra sesión de besos en el vestidor, había quedado con ganas de más pero no iba a admitirle eso en el rostro para aumentarle el ego.

Dejo encendida la lámpara que yace en mi mesita de luz y comienzo a pasar películas en Netflix, ese baño me había despejado un poco y ahora necesitaba algo para dormirme.

Luego de quince minutos de una serie que por poco no hace dormirme a los primeros cinco minutos, la ventana de mi habitación se abre y no me asusto, porque se quién es. Observo de frente como la silueta de Max entra a la habitación. Sin mirarme, cierra la ventana y no sé si son paranoias mías o tarda más de lo usual en darse vuelta.

Cuando hacemos contacto visual, noto que algo no va bien. Sin embargo, me fuerza una sonrisa como queriendo demostrarme que todo está bien. Como si no nos hubiésemos conocido antes.

—¿Te encuentras bien?— es lo primero que pregunto.

Se acerca a mi cama y como aquel día en el que casi nos besamos, se deja caer a mi lado de lleno. Detengo la película rápidamente y me siento a su lado, observándolo mientras sigo esperando una respuesta.

Un amor inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora