Capítulo 43: El peso de los problemas

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Esteban continúa dejando besos por tu mi cuerpo y me siento caliente. En ambos sentidos. También algo mareada y creo que estoy confundiendo todo.

Mi cabeza se tambalea, no puedo controlar. No sé que me sucede, pero siento un agradable cosquilleo en mi estómago que me agrada.

Juega con el dobladillo de mi falda, listo para bajarla de un tirón, pero como si todo estuviese sincronizado antes que pudiera hacerlo, una voz lo interrumpe.

—¡Allison!— exclama alguien a lo lejos. Oigo con atención como la suela de los zapatos de esta persona chocan contra el suelo y se acercan a mi con velocidad.

—Maldición— murmura Esteban sin dejar el agarre en mi cadera.

Me río sin poder evitarlo. ¡Ja, en tu cara!

—¿Qué pasó, Esteban? ¿Te agarraron con las manos en la masa?— carcajeo como si todo me importara una mierda.

Cosa que es realidad.

—Cállate— masculla empujándome contra la pared. Suelta su agarre y caigo al suelo sin poder controlar bien mis piernas.

Ah, que bien. Algo para sentarse ya estaba cansándome.

Observo bajo la tenue luz que la calle me brinda como una figura negra, masculina si me preguntan, aunque sí, puede ser una mujer que sea fortachona. Ya ni sé. En fin, a lo que estaba, empuja a Esteban con fuerzas, provocando que este caiga de espaldas al suelo.

Sí, si. Este chico definitivamente sabe lo que le conviene. Pero eso no le impide a la persona que supuestamente me ha salvado que le de un par de golpes de cortesía.

Cortesía...

Me río como idiota y al ver que le golpeador se detiene me tapo la boca. Que estúpida, Dios.

No sé quién se levanta del suelo y corre hacia mi. Wow, esperen que ha llegado mi príncipe azul.

—Allis— su voz esta agitada.—Allis, ¿estás bien?

Oh, debes estar jodiendome. Esto es una putisima broma de muy pero muy mal gusto. No es ningún príncipe azul, es el campesino de la aldea.

—Suéltame, Max— mascullo con enojo mientras como puedo, me levanto del suelo.

Suspiro al ver el desastre. Esteban tirado hacia la salida del callejón, sangre en el suelo, basura, Max, más basura. Identifico mi chaqueta de jeans en el suelo. A paso lento y seguro, la recojo. Casi caigo de bruces al hacerlo.

—Uup— río levantándome. Esta iba a ser caída nefasta.

Observo mi ropa toda rasgada y vuelvo a bufar. ¿Sabes, Esteban, TODO ESTO ES ROPA DE DISEÑADOR?  

Sin más remedio, termino de rasgar la tela y la tiró a un costado.

—Allison...— ahí va Max, con su voz de advertencia haciendo como si yo le importara.

—Cállate— es lo único que digo y me coloco la chaqueta, agradeciendo haberla traído. Es como si supuse que iban a intentar violarme.

Echo mi cabello hacia atrás, compruebo la hora en mi celular y comienzo a caminar hacia un lugar más iluminado para buscar un taxi y volver a casa. Quiero dormir.

—Maldita sea, Allison— Max llega corriendo a mi lado.

—Déjame en paz.

—No. ¿Acaso no ves que estás drogada? Te llevaré a casa— dice y camina por delante mío. Dando por sentado que yo había aceptado que me lleve. Eh, sí. Sam es tu perro faldero, no yo.

Un amor inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora