Capítulo 7 : No me queda de otra

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Samanta me arrastra a los vestidores vacíos. El resto del equipo ya se ha cambiado y están calentando. Me señala mi nuevo casillero, el cual Verónica tuvo que desocupar está mañana. También me entrega mi uniforme nuevo y mi ropa de entrenamiento. Que es lo mismo que ella tiene puesto. Una camiseta blanca con rojo y el logo de la escuela, y unos shorts deportivos.

—¿Y por qué no podemos usar nuestra propia ropa deportiva?— le pregunto a Samanta. Observo el uniforme para juegos. No pensé que tendría que usar uno de estos modelitos en mi vida, el uniforme es rojo oscuro con algunas rayas blancas cruzadas. Es... horrible. ¿Quién diseñó esto? Necesito tener una seria conversación con esa persona. ¿Habrá presupuesto suficiente para que pueda diseñar un nuevo uniforme?

—Reglas de la escuela— me explica Samanta.—Te esperaré afuera. Hoy es día de físico, por lo que estaremos afuera corriendo. Aunque en realidad, creo que es una excusa gigante para compartir espacio con el equipo de lacrosse. En fin. Vístete y encuéntranos afuera.

Sale, dejándome sola en el vestidor. Me siento sobre una de las bancas y tomo una profunda respiración. Realmente no quiero hacer esto, pero ya me lo ha dicho medio mundo, y ya no hay vuelta atrás. Max es un imbécil, sí. No voy a dejar que me vea pasándola mal, porque sé que se alimenta de mi enojo. Es su fuente de energía o algo así.

Resoplo. A partir de ahora, voy a mostrarle que amo el absurdo equipo de porristas. Voy a pagarle en donde más le duele, el orgullo.

Me cambio rápidamente y me coloco la ropa de entrenar. Noto que el short es demasiado ajustado y la camiseta se me levanta un poco, dejando ver un hilo de piel cada vez que me muevo.

Es como salir en calzones.

Suspiro pesadamente y me hago una cola de caballo. Me miró un rato en el espejo. Mamá siempre me dice que tengo que verle el lado bueno a las cosas. Me toma unos segundos pensarlo... Si hay algo que puedo rescatar de la situación, es que mis ojos resaltan de una manera linda por todo el rojo en el uniforme.

Dejo de hacer tiempo y decido enfrentar mi futuro no decidido. Salgo de los vestidores y me sorprendo al chocarme con un cuerpo duro y me tambaleo, pero no llego a caerme.

—¿Qué mierda?— mascullo sintiendo la nariz arderme.

Elevo la mirada. Me encuentro con Alan. Qué sorpresa. Su camiseta roja también hace resaltar sus ojos.

—Lo siento— dice. Noto que su cabello oscuro está más desordenado de lo usual. Sin embargo, le queda bien.—No te vi.

—Descuida no pasa nada, hola— murmuro. Alan baja su mirada a mi nuevo uniforme y esboza una sonrisa.

—Te queda bien.

—Es dos tallas más chico, pero bueno, gracias.

Se ríe. Noto los hoyuelos que se forman a los costados de su rostro. Nunca antes los había notado. Hacen que su sonrisa se vuelva más linda.

—Nos vemos— dice. Me guiña un ojo y continua su camino hacia los vestidores de los chicos.

Mis piernas por poco fallan después de ese guiño. Respiro profundo, intentando que el estúpido sonrojo se vaya de mi cara. Me cuesta un poco hacerme la idea de que después de todo, tal vez estoy genuinamente atraída de Alan.

Sacudo mi cabeza levemente. Un problema a la vez, Allison.

Salgo hacia dónde están las canchas, prácticamente arrastrando los pies. El sol me da en la cara cuando me acerco al campo de deportes. El clima es dentro de todo soportable. Solo espero que cuando el calor del verano se acerque, no se les dé por entrenar afuera.

Un amor inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora