CAPÍTULO XIII

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– Este será tu dormitorio.–
Me indicó Mace en voz baja y suave.

No contesté, simplemente entré e intenté cerrar la puerta para no seguir escuchándola.

– Katherine por favor, deja que te lo explique.

– No hay nada que explicar.

– Sí que lo hay.
¿Crees que cuando llegué aquí les quería?
No, yo también les odiaba con todo mi ser, pero luego Eliel me enamoró.
Por dios Kathy, siempre dices que no podemos meter a las personas en un mismo saco, no todos ellos son malos.

– Y no te lo discuto. Pero la familia McClaine es la que ha causado todo esto. No niego que exista algún chupasangre bueno, por muy raro que me parezca, pero precisamente ellos sí son malos. Llevan reinando el condado cientos de años, ellos impusieron las praecepta mortis, lo impusieron todo.

– No es su culpa. No pueden hacer nada...
Créeme que si fuera por Eliel, Dominik, Erik y todos los demás se reinaría de otra manera.
Son los nobles, ellos son los verdaderos responsables.
Tienen mucho poder y los reyes invictos no quieren una guerra contra ellos, porque saben que los que saldremos perjudicados seremos los de clase baja. Los nobles quieren matarnos a todos y si no lo han hecho ya, es gracias a los príncipes. Pero a cambio tuvieron que aceptar que nos trataran por debajo que a los demás...

– Lo siento Mace, pero no te creo. No sé qué te han hecho, ni cómo te han comido la cabeza, pero lo que estás diciendo no tiene lógica.– Solté antes de cerrar la puerta con fuerza, dejándola fuera.

Observé detalladamente mi nueva habitación, no era ni muy grande, ni muy pequeña.
Era bonita, antigua y clásica, como el resto del castillo.

Había un baño con el tamaño justo para mí, que disponía de todos los servicios necesarios y también de varios caprichos, como distintos tipos de geles y jabones.

Recuerdo que Mace robaba en la casa de Loren algún que otro jabón que estaba "roto" y por ende ya no lo querían usar.

Al menos doy gracias de que se nos diera bien robar sin ser descubiertas.
Por el contrario, no estaríamos hoy aquí.

Deshice los lazos de mi corset uno por uno, lo tiré al suelo y finalmente quedé en ropa interior.

Miré la verbena con curiosidad, ¿cómo algo tan simple como una plantita puede acabar con uno de los seres más poderosos del planeta?

Los vampiros débiles frente a la verbena y la plata, los lobos frágiles ante el acónito y de nuevo ese precioso metal...

Supongo que la naturaleza se dió cuenta de que aún así, ellos siempre ganarían, que por mucho que tuvieran puntos débiles, la balanza seguiría desequilibrada. Qué los humanos siempre estaríamos abajo en la pirámide.

Por eso creó a los rebellium.
Tan fuertes como ellos, pero igual de frágiles que un humano.

La puerta se abrió de golpe, ni siquiera me dió tiempo a taparme, mi primera reacción fué esconder el veneno.

– ¡Por la diosa!– Gritó una mujer entrando en mi habitación.

Llevaba el uniforme de sirvienta y debía tener unos cuarenta años.

– Muchacha, estás muy sucia... ¿Y qué son esas ropas? Ven, tienes que cambiarte rápido.

– ¿Qué? ¿Quién es usted?

– Me llamo Lindsay. Soy la ama de llaves y algo así como la "jefa" del servicio.
Debes ponerte ya tu uniforme, debemos empezar a preparar la comida.

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora