CAPÍTULO LXXII

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—Hola de nuevo princesa... —musitó el vampiro, forzando una sonrisa.
Cerró la puerta de la habitación y caminó lentamente hacia la cama. Se agachó frente a esta, quedando a milímetros del rostro de Katherine y besó delicadamente su frente y su mejilla, como si fuera a romperse.

La piel de la chica se había vuelto blanquecina, incluso tirando a amarillenta, cada vez más con el pasar de los días. ¿Cómo era posible que no se diera cuenta?

Quizá su cerebro, queriendo convencerse de que seguía viva, obviaba ese tipo de detalles.

Le dio un último beso y se separó lentamente. Se levantó, entró en el baño y cerró la puerta con pestillo. Se miró en el espejo con un semblante serio; ni siquiera se inmutó al ver su reflejo apagado y sin vitalidad.
Aunque no mostraba ojeras como le pasaría a cualquier humano, era evidente que estaba cansado, que hacía ya días, o incluso semanas, de su último descanso. La última vez que lo hizo como es debido, fue en poblado, en la casa de los padres de Katherine y porque ella estaba a su lado.

Sacó de su bolsillo una pequeña ramita con flores moradas, la cual desmenuzó con sus dedos, provocándose grandes ampollas. Cogió un vaso de cristal, echó dentro las flores machacadas, también un poco de agua, y se sentó de espaldas a la pared. Acercó el vaso a sus labios, dispuesto a acabar con su sufrimiento, aunque sabía que Katherine jamás habría aprobado algo como eso.

—Lo siento princesa..., —murmuró—. Te he fallado, otra vez.

El líquido entró en contacto con sus labios; solo fue un roce, pero el dolor ya era insoportable.
Al contrario de lo que cabría esperar, eso no le frenó en lo absoluto; seguía dispuesto a consumir hasta la última gota de ese "veneno casero".

—Hudson, ¿puedes salir un momento? —Justo cuando estaba a punto de ingerir el contenido, una voz femenina al otro lado de la puerta le detuvo. Resopló enfadado; Khalid siempre tenía que interrumpir en los peores momentos—. Sé que estás ahí, ábreme la puerta.

—Estoy ocupado Khalid —murmuró, alejando el recipiente de su boca.

—¡Es importante Hudson! —gritó desde el otro lado—. ¡Solo será un momento!

El vampiro lo pensó durante algunos instantes, y aunque reacio, acabó por levantarse. Escondió la verbena diluida en la bañera, con intención de tomarla más tarde, y salió del cuarto; allí estaba su hermana, sentada a los pies de la cama, mirando a Katherine con una expresión indescifrable.

—¿Qué? —cuestionó con desgana.

—¿Qué estabas haciendo?

—¿Qué quieres...? —ignoró su pregunta.

—¿Puedes venir conmigo?

—¿A dónde?

—Solo ven.

—No.

—Por favor Hud, tenemos que hablar.

—No estoy de humor Khalid.

—Es importante — él suspiró irritado.

—Adelante, di lo que tengas que decir, pero que sea rápido.

—Aquí no. Ven a mi habitación, solo será un momento, te lo prometo.

—Si tú lo dices... —murmuró entre dientes, pero finalmente se rindió.

Khalid:

Guié a Hudson hasta mis aposentos, los cuales, admito, que estaban muy desordenados; ropa por doquier, zapatos encima de la cama e incluso muebles colocados en lugares sin sentido alguno.

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora