CAPÍTULO LXXV

31.9K 3.5K 727
                                    

—Bueno..., —suspiré—, ahora que está todo aclarado, voy a bajar a desayunar; me muero de hambre. —Les mostré una pequeña sonrisa y me di media vuelta.

—Espera, —Hudson me frenó agarrando delicadamente la manga de mi vestido—, ¿puedo ir contigo? Quiero decir, si no te importa claro, si no quieres no pasa nada, entiendo que no...

—Por supuesto que puedes —respondí con obviedad—, no tienes porqué preguntar, sabes que me encanta estar contigo. —Me despedí de los demás con un leve asentimiento de cabeza y le tomé la mano para empezar a bajar las escaleras.

El camino hacia el primer piso se me hizo interminable; Hudson se mantuvo en silencio todo el tiempo, y aunque sí quería entablar una conversación yo tampoco me atreví a decir nada; estaba tan inmerso en sus pensamientos...
Una vez llegamos al piso de abajo, en vez de sentarse en el comedor y esperar a que yo o alguna de mis compañeras hiciésemos el desayuno, entró conmigo directamente en las cocinas. Agradecí con toda mi alma que estuvieran vacías, pues la presencia del apodado por medio castillo como: "El guapísimo y sexy príncipe oscuro", solo habría causado en ellas nervios y una masiva alteración de hormonas. Aunque el que no hubiera ninguna cocinera trabajando, siendo ya las once de la mañana, me extrañó en sobremanera.

Miré de reojo al vampiro sentado en un taburete a mi izquierda, mientras pelaba unas cuantas naranjas; fruncí el ceño al verle cabizbajo, clavándose las uñas en el dorso de la mano.

Dejé lo que estaba haciendo y me senté sobre sus piernas. Acaricié sus manos dulcemente, para que así dejase de hacerse daño. Besé su frente y le abracé por el cuello; él no tardó en corresponderme, abrazando mi cintura con bastante fuerza.

—¿Estás bien? —pregunté mientras le peinaba flequillo con los dedos.

—Sí.

—¿Seguro? te noto distraído.

—Solo estoy cansado.

—¿Hace cuánto que no descansas como es debido? —murmuré con un tono de reproche.

—No lo sé. —Le miré con desaprobación.

—Entonces hoy nos iremos a dormir pronto, ¿te parece?

—Vale... —Trató de sonreír, pero más bien le salió una mueca torcida.

—Oye Hud..., —acaricié sus mejillas y le di un pequeño beso en los labios— ¿no estarás así por lo del golpe, no?

—Yo...

—No ha sido nada, mira, —me auto-señalé— estoy perfectamente. No ha sido culpa tuya.

Me levanté con cuidado y volví a centrar mi atención en la épica pelea que estaba teniendo lugar en la parte sur de las cocinas; yo, contra un cuchillo afiliado y la durísima piel de tres granadas.

Un descuido y mis dedos podrían sufrir severas lesiones.

Poco después, cuando ya solo me quedaba por pelar solo una de esas condenadas, sentí un fuerte pinchazo en la cabeza. Cerré los ojos algo mareada y solté el cuchillo por la impresión.

Todo va a estar bien, ya verás..., esto no es culpa tuya cariño, no lo olvides nunca.

Se me hizo un nudo en la garganta; era como un bombardeo de mi propia voz e imágenes sueltas.

No sabes cuánto te quiero Hud, eres el amor de mi vida..., Gracias por soportarme y hacerme feliz como nadie más ha podido. Eres lo mejor que me ha... pasado. Y quiero que sepas que si tuviera que volver a pasar por esto, para revivir todos nuestros momentos juntos... lo haría una y mil veces más.

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora