CAPÍTULO LXXXVI

24.3K 2.3K 602
                                    

—Se acabó. No pienso seguir discutiendo esto. —Hudson continuó sacando más y más ropa de cajones, baldas y armarios, ignorando por completo mis súplicas.

—¡No puedes estar hablando en serio! —grité. Furiosa, le arrebaté de las manos una pila de camisas que tenía intención de empacar junto a otras prendas de ropa. Él se cruzó de brazos y me miró con cansancio. Me ardía la sangre de tan solo verle hacer el equipaje.

—Dámelo, —exigió, mientras se frotaba el puente de la nariz con hastío —no tengo tiempo para esto.

—¡Pues déjame ir contigo!

—No.

—¡¿Por qué no?! —pregunté exasperada.

—Porque no, Katherine.

—Por el amor de Dios, escúchame. —Le tomé de las manos y busqué su mirada con desesperación— Todo lo que ha pasado es culpa mía. De no ser por mí, Maximus no estaría encerrado y vosotros no tendríais ningún problema con los nobles. Lo mínimo que puedo hacer, es acompañaros a ese reino. Prometo no ser ningún estorbo, de verdad.

—El único responsable de que mi abuelo esté en los calabozos, es él mismo. Es un monstruo Katherine, y ya debería haber sido condenado por sus delitos hace mucho tiempo. Así que no vuelvas a decir que esto es culpa tuya. 

—Pero, Hud... —Intenté reprochar, pero me interrumpió.

—Dalton y tú os quedaréis aquí, a salvo. No es discutible.

—¿Y cómo haréis que los nobles entren en razón? Estamos hablando del rey.

—Ha violado la ley más sagrada, así que su cargo y poder no le servirán de nada en este caso.

—¿Qué ley? —suspiré desganada, pues era evidente que mis plegarias no le estaban haciendo cambiar de opinión.

—La de las almas gemelas. Y cuando las nueve familias se enteren de que asesinó a la suya propia; a la reina Andrómeda, ellas mismas pedirán que ruede su cabeza. Aunque mi abuelo sea el monarca más temido y respetado, mi abuela se ganó el cariño del reino entero. Nobles incluidos. Además, aunque los vampiros tenemos prohibido asesinar a los individuos de nuestra misma especie, siempre y cuando estos tengan un rango igual o superior al nuestro, cuando alguien intenta hacer daño a nuestra pareja de vida, adquirimos el derecho de vengarnos, sin importar quién sea. Es ley.

—¿Los nobles no saben cómo murió tu abuela? —pregunté extrañada.

—Según la "versión oficial" un rebellium la asesinó mientras dormía. —Sonrió con tristeza— Solo nosotros sabemos lo que pasó en realidad. Y ya es hora de contar la verdad.

—En ese caso, puedo relatar durante la asamblea la historia de cómo el rey Maximus intentó asesinarme. Así vuestra defensa tendrá más..., ¿consistencia?

—He dicho que no.

—¡Por favor! —Me puse de rodillas y abracé sus piernas con todas mis fuerzas, para que no pudiera moverse ni un milímetro— ¡No quiero quedarme aquí mientras tú corres peligro!

—Pero es exactamente lo que vas a hacer.

—¡Esto es muy injusto! —Me levanté de mala gana y me crucé de brazos, dándole la espalda.

Tras dejar salir un largo suspiro, se me acercó por detrás y colocó sus manos a ambos lados de mi cintura, ejerciendo una pequeña presión. Bajó la cabeza hasta rozar con sus labios mi hombro izquierdo, donde dejó un beso húmedo y otros más superficiales y pequeños, y pegó su tonificado abdomen contra mi espalda, haciendo que todo ápice de enfado desapareciese en el momento.

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora