CAPÍTULO XXXI

57.6K 5.2K 2K
                                    


Sin despegar la mirada nos separamos lentamente, (aunque yo no quería hacerlo).

Sus labios son como una droga tan adictiva, que en cuanto la pruebas, en lo único que piensas es en volver a consumirla.
Pero los humanos tenemos una pequeña necesidad, qué consiste en la entrada de oxígeno y salida de dióxido de carbono, y que para mi mala suerte, no puedo evadir.

Mis mejillas se calentaron con fiereza en cuestión de segundos, él al darse cuenta de ello sonrió con autosuficiencia, mostrando su blanca y perfecta dentadura.

¿Acaso para ser vampiro debes cumplir unos estándares de belleza? Porque no es normal que todos sean tan atractivos.

Ya sé por qué nací humana.

Entonces, instantes después de haber recuperado el aliento, deslicé mis manos entre su sedoso cabello y besé sus labios tomándole por sorpresa.
Supongo que porque ha sido la primera que le beso yo a él.

No tarda en corresponderme con la misma necesidad, pasando su brazo alrededor de mi cintura para poder levantarme, y así yo no tener que estar de puntillas todo el tiempo.

Esta vez fué él el que se apartó después de unos momentos, con una sonrisa de medio lado, para después soltarme lentamente.

– Ehm... Ehm, deberíamos irnos.

– ¿A dónde?– Preguntó con una ceja alzada.

En ese momento sentí algo de envidia, jamás he logrado hacer eso por mucho que lo he practicado.
Y cuando lo intento, aunque yo crea que me ha salido perfecto, en realidad parece que me están dando espasmos en la cara.

– Pues a... no sé, quizás a otro sitio a...

– ¿Me vas a proponer que vayamos a un lugar más privado? No creí que fueras tan rápida, es una propuesta indecente, pero me gusta.

– ¡No!– Me apresuré a decir. – Yo no quería decir eso, me refería a que fuésemos a buscar a los demás, o, a simplemente a salir de aquí, o a dónde tú quieras, e-en verdad no tenemos que irnos si no quieres...

Su ronca y varonil risa me cortó de repente.
Me tomó un tiempo entender lo que pasaba, y eso pareció causarle todavía más gracia.

Al final me di cuenta de que solo me estaba tomando el pelo.

– Serás...– Fruncí el ceño con vergüenza.

– No es mi culpa que digas cosas con doble sentido.

– ¡No lo decía con doble sentido!

– Eso es lo mejor princesa. Puedes decir cosas calientes sin siquiera darte cuenta de ello. Eres demasiado inocente.

– No soy inocente, lo que pasa es que tú eres un pervertido.

– Cariño, con el tiempo descubrirás que puedo ser mucho peor si me lo propongo, en los momentos adecuados.– Su oscura mirada me repasó de arriba abajo.

Tragué en seco.

¡Estúpido vampiro moja bragas!

– ¿P-podemos ir a un lugar cómodo, dónde poder hablar de e-esto?– Tartamudeé mientras nos señalaba con el dedo índice.

– ¿De sexo?– Vaciló con sorna.

¿Dónde había quedado ese vampiro medio depresivo, frío, y para nada bromista?

Dioses del Olimpo, decidme por el amor de Dios que no me ha tocado un chico bipolar.

¡No! De lo de las almas gemelas y todo eso.

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora