CAPÍTULO C

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—¿Has tomado ya una decisión? —me preguntó Nadir, sosteniendo entre sus manos el frasco de su inmortalidad con un gesto esperanzado.

Me quedé paralizada por unos breves segundos, sin saber qué contestar. Me había pasado gran parte del día en mi antigua habitación, dándole vueltas al tema. Necesitaba un poco de tiempo a solas para poder pensar con claridad; para saber lo que realmente anhelaba mi corazón. No había visto a Hudson desde que me dio aquel hermoso ramo de rosas rojas y lirios azules, y en cierto modo lo agradecí, porque así él pudo ponerse a trabajar sin tantas distracciones y yo pude tener un poco de paz para tomar una de las decisiones más importantes de toda mi vida.

Pero, aunque me costó darme cuenta, yo ya había elegido mi destino en cuanto Nadir me propuso hacerme inmortal.

Porque se trata de él.

Porque siempre será él.

—Sí... -respondí en susurros—. Quiero hacerlo. Una vida humana no es suficiente para todo lo que quiero vivir con Hudson. Siempre he tenido claro que quiero pasar el resto de mi vida con él, y no puedo imaginar nada mejor que estar a su lado durante toda la eternidad.

—¡Eso es fantástico! —Nadir suspiró aliviado y me estrechó entre sus brazos con fuerza— por un momento temí que rechazases la oferta. No te haces una idea de cuan feliz le hará esto al príncipe Hudson, Katherine. Vas a hacerle el hombre más feliz del mundo.

Sonreí de oreja a oreja, rebosante de emoción.

—¿Cuándo vas a darle la noticia?

—La semana que viene es su cumpleaños y tengo pensado darle un regalo —confesé, con las mejillas teñidas de rojo— Creo que esperaré hasta entonces para darle una doble sorpresa.

—Va a ser el mejor cumpleaños de su vida, no me cabe duda. —sonrió ampliamente y me tendió el frasco de una vez por todas— ¿Estás preparada?

—Eso creo. —lo tomé entre mis manos y quité el tapón de corcho con delicadeza- ¿Solo tengo que beberlo?

—Así es. Pero te aconsejo que sea de un solo trago; el sabor no es muy agradable.

Rápidamente me puse el frasco bajo la nariz e inspiré hondo. Abrí los ojos de forma desmesurada y lo alejé de mí cuanto pude. Apestaba cual cadáver de ratón, y si ya olía de esa manera, no me quería ni imaginar el sabor.

Me tapé la nariz y cerré los ojos con fuerza antes de verter ese líquido en mi boca. Tragué lo más rápido que pude, y aunque al principio no pareció ser algo tan insoportable, a los pocos segundos un sabor realmente asqueroso se extendió por todo mi paladar. Dejé el frasco, ahora vacío, sobre la primera superficie que pude alcanzar y solté un pequeño chillido.

Nadir me dio una palmadita en la espalda, sin molestarse en ocultar lo cómica que le parecía la situación.

—Pues ya estas lista, ¿a que no ha sido para tanto? —carcajeó de forma burlesca. Le miré de mala manera y le golpeé el hombro juguetonamente.

—Ha sido... —mi voz parecía la de un hombre anciano en sus últimos instantes de vida— toda una experiencia.

—Bueno, pues yo ya no tengo nada más que hacer aquí. —recogió sus cosas y posteriormente comenzó a hacer unos extraños movimientos con las manos, formando una espiral de luces muy colorida. Retrocedí unos cuantos pasos, impactada por la majestuosidad de la escena— Si no ocurre nada raro, volveré a visitaros el mes que viene.

—Vale... —murmuré, atónita. Nadir sonrió satisfecho y se adentró en dicha espiral cuando esta se hizo lo suficientemente grande, desapareciendo ante mis ojos por arte de magia.



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